Nos agrada mucho saber que podemos hacer algo para salir de un problema.
Mientras mayor sea
el problema, mayor es el sacrificio que estamos dispuestos a hacer para resolverlo. Así ocurre con el
problema del pecado, sentimos que somos pecadores, estamos perdidos, pero no nos quedamos
ahí: Hacemos promesas, grandes sacrificios, etc., pero nada, al fin nos parece que estamos peores
que antes. La Biblia es clara en enseñar que no podemos hacer nada para resolver el problema del
pecado y mucho menos salvarnos, por eso Dios estableció que la salvación fuese por gracia, es
decir, gratuita, sólo por el poder de Dios ( Jeremías 2:22; Efesios 2:8; Filipenses 2:13.) Vimos en la
lección pasada que Cristo mismo tuvo que venir a vivir como nosotros, sufrir como nosotros y
finalmente morir por nosotros para poder lograr nuestra salvación. Dios vio que no podríamos
salvarnos nosotros mismos por nuestras propias fuerzas y por eso creó el maravilloso Plan de la
Salvación. Ahora, aunque parezca una contradicción con lo que hemos dicho anteriormente,
debemos hacer algo. Veamos lo que dice la Biblia: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que
ha dado a su Hijo único, para todo aquel que crea en él, no se pierda, mas tenga vida eterna"(Juan
3:16). En este texto tan hermoso y conocido de la Biblia, aparecen varias declaraciones:
Dios nos ama de una manera extrema al punto de dar a su propio Hijo. Sólo con la dádiva, es decir,
el regalo, del Hijo, tenemos suficiente para salvarnos, es decir, que al recibir ese regalo somos
salvos en virtud de su muerte en la cruz. Pero tenemos que hacer algo: Aceptar ese regalo, esa
dádiva.
Un hombre fue acusado y condenado a largos años de prisión. De pronto apareció un Amigo que
dijo: Yo voy a pagar el dinero suficiente para que mi amigo salga absuelto. Todo quedó correctamente saldado, ya el prisionero saldría en libertad. Cuando las autoridades fueron a llevarle
el acta de libertad, sólo para que él la firmara y quedara absuelto, recibieron la extraña respuesta:
"No, no quiero, no quiero firmarla...". Su liberación era gratuita, no le había costado nada, sólo tenía
que aceptarla, pero no la aceptó y por lo tanto pasó largos años en la cárcel. ¿Será posible que estando perdidos y condenados a muerte por nuestros pecados desechemos una
salvación tan grande? Medita, querido amigo estudiante si estás siendo ingrato en no aceptar la
salvación, la oportunidad que te ofrece el Señor de ser libre de tus sentimientos de culpa y ser salvo
en Cristo Jesús. Sólo tienes que extender tu mano y decir: "Sí señor, acepto el sacrificio que hiciste
por mí en la cruz, quiero acogerme a esa bendita salvación".
Compruebe lo Aprendido
1. ¿Podemos hacer algo para salvarnos por nosotros mismos?
2. ¿Cómo podemos ser salvos?
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