Es algo más
que la sangre del hombre cansado, como lo define
Chandler. Brebaje oscuro, misterioso e intenso.
Con el se pueden construir maravillas. Tragos
estimulantes, postres tentadores.
No es común beber buen café. Para
lucirse hay que respetar ciertas reglas: Comprar
café de buena calidad, preferiblemente
en grano, molerlo poco antes de la preparación,
en un molinillo eléctrico o de mano.
Conservar el café en granos o molido,
en recipientes herméticos y en la heladera.
En granos puede incluso tenerse en el freezer,
un año. El molino más adecuado
es el mediano, aunque el fino resulta más
rendidor, pero el resultado es inferior. El
molino fino va bien para hacer café de
filtro. La proporción ideal para preparar
una buena infusión es una cucharada de
café molido por tacita de agua. El agua
clorada no es la mejor aunque sanitariamente
convenga. Lo ideal es usar agua pura y no mineralizada.
Si bien hay preciosos aparatitos para café,
los métodos clásicos caseros siguen
dando excelentes resultados, siempre que se
proceda con los cuidados requeridos. El agua
no debe estar hirviendo cuando se echa sobre
el café, pero sí bien caliente,
a punto de hervir. No recalentar el café,
y no dejarlo hervir. En este caso, tírelo.
Mientras se prepara el café mantenerlo
cerca del calor para que no pierda la temperatura
ideal y servirlo enseguida.
-texto anterior y siguiente receta de: “Sal
& Pimienta”, año1, N°II,
abril 1992. pag.30,32-
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