(…)El
porteño no busca amigos por temor a la
soledad, sino por pasión de amor, de
amistad; no huye de la soledad, pues en él
la soledad es una circunstancia que sólo
asimila para la meditación.
He aquí como se consustancian amistad
y café en el hombre de Buenos Aires y
porqué le hemos llamado templo próstilo
a esta institución en la que, como Van
Gogh, el hombre puede llegar a enloquecer, pero
nunca a traicionar a una amigo.(…)
(…)Hoy mismo, cuando el Café del
Mercado de las Pulgas ha perdido su sordidez,
puede observarse el desfile de parroquianos
deseosos de escuchar a Mirelle Matieu, que en
un momento llegó a recordar la vos con
sabor a argot de Edith Piaf, el Gorrión
de París.
Como olvidar, en esta semblanza parisina, el
Café de la Paix, que pudo presenciar
el fulmíneo rayo que dejó tendido
finalmente a Stendhal de un apopléjico
ataque; este café, destruido durante
la guerra, a pesar de los esfuerzos que hacían
Zola, Manet o Wilde desde los marcos que lo
rodeaban, recibe hoy, reconstruido, a todo el
mundo de las artes.(…)
(…)Es posible, sin embargo, que la ciudad
de más bellos cafés sea Madrid,
acaso porque los más bellos y profundos
escritores de los últimos doscientos
años han circulado por sus mesas.(…)
-“Los cafés de Buenos Aires”,
Jorge A. Bossio-
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