Y, sino, salí
a disfrutar de su compañía en
alguno de los innumerables lugares que ofrece
Buenos Aires.
Recuerdo uno –con “magia”-
al que me gustaba ir, “Merlín”,
sobre la calle Montevideo, en la misma cuadra
donde se encuentra ese bello palacete en que
vivía el conde Silesky; casi frente al
departamento del ex-presidente De La Rua; o
de lo de los Alsaga Unsue; sobre la misma vereda
de “Platería Guido” -ex Mocasines
Guido/reparaciones, con la calida atención
de Pablo Bagnasco-, sí, un lugar con
magia en una zona con ilustres apellidos…donde
el café parecía preparado por
el mismo mago Merlín –entre las
tinieblas de Abalon-; bueno, no sé tanto
si solo se trataba del sabor, o si su irresistible
perfume nos arrastra a historias pasadas que
embellecen el presente…. Como aquel local
–bohemio- que solíamos frecuentar
sobre la calle French, donde solía tomar
su café J. L. Borges todas las mañanas….
Pero esa misma esencia me recuerda también
aquellas tardes en que el único alimento
antes de ir a la cama fueron un tazón
de café, caliente, oscuro, a veces dulce,
y con suerte acompañado de un pedazo
de pan…
¿Te acordas Miguel Ángel?,
no, si ya sé que vos te fuiste una tarde
de enero... Pero como decía Saint-Exupery:
“Es muy triste olvidar a un amigo”.
Y el café te gustaba tanto….
Compañero en las buenas y las malas,
siempre al lado de uno en el camino.
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