Generalmente se tiene el erróneo concepto de que es sumamente productivo programar
en estado Alfa, cuando un análisis detallado de tal contexto nos indicará no sólo lo
pernicioso de sostener una concepción errónea como la de esa frase, sino también de la
imposibilidad de hacerla real.
En efecto, generalmente las más disímiles escuelas de Control Mental luego de entrenar
a los alumnos en las técnicas de descenso a Alfa, le enseñan a "programar" en tal estado,
generalmente a través del Taller Mental o Laboratorio Psi; éste consiste en imaginarnos
una habitación decorada y amoblada a nuestro gusto, elegir un par de imaginarios
ayudantes y en una pantalla imaginaria proyectar la sucesión de los hechos tal cual
deseamos y esperamos que ocurran.
Un adecuado manejo comercial hizo de estos sistemas los más populares a nivel
mundial, obviando, lógicamente, las evidentes contraindicaciones presentes. En primer
lugar, he sabido que la mayor parte de la gente que hace Control Mental lo hace por
encontrar un método que le permita solucionar su problema de falta de imaginación
creativa. De hecho, cuando hacemos Control Mental para solucionar algún problema de
nuestra vida cotidiana es porque carecemos de la imaginación necesaria para solucionar
por otros medios ese problema. Y si un alumno concurre a clases por una carencia de
imaginación... ¿cómo puedo exigirle que para solucionar precisamente ese inconveniente
"imagine" un decorado, "imagine" un ayudante, "imagine" una pantalla donde visualizará la sucesión "imaginaria" de hechos?.
Es lo mismo que si yo fuese médico y un discapacitado me consultara, y le recomendara
correr veinte kilómetros diarios para solucionar su situación. Es obvio que si los puede
correr no es discapacitado, y no necesita mi consulta.
Y entonces, en esos grupos se produce un fenómeno conocido: los pocos que de por sí
tienen imaginación obtienen buenos resultados finales, otros más o menos, los faltos de
imaginación se quedan en ayunas con el agravante de estar doblemente frustrados, ya que "ni el Control Mental soluciona los problemas"...
Por otra parte el dedicarnos a programar subjetivamente por idealización de las propias
aspiraciones hace que buena parte de nuestra vida transcurra dentro de un mundo no
existente, con lo cual, si existen rasgos potenciales esquizoides en nuestra estructura
psicológica realmente no habremos encontrado un mejor sistema para detonarlos, pues la
esquizofrenia se caracteriza precisamente por una escisión de la personalidad, cosa que
sin darnos cuenta provocamos al refugiarnos durante los pocos minutos de
pseudoprogramación, escondiéndonos de la gris monotonía cotidiana y nuestros
inalcanzables objetivos en un cuento gratificante que nos contamos a nosotros mismos.
Además, quien está verdaderamente en Alfa pierde todo interés en las cosas exteriores
pues el estado de meditación profunda, de abstracción, que caracteriza al estado Alfa
consiste en la inhibición total de los estímulos exteriores. Tomemos un ejemplo. Nuestro
cerebro está en Alfa cuando nuestra mente se encuentra, verbigracia, en estado
preconsciente, esos momentos en que pasamos de la vigilia al sueño y viceversa, en que
no sabemos muy bien si estamos de este lado o de aquél. En esos momentos nuestro
interés está en seguir durmiendo. Realmente, nos importa muy poco si llegamos tarde a la
oficina, dejamos abandonado al cliente o perdemos la clase. Que todo se arregle por sí
mismo; a nosotros sólo nos interesa seguir durmiendo. Es lógico, ya que estando en Alfa
los estímulos exteriores con los que luego tendremos que lidiar durante el día carecen de
importancia. Es ese estado de paz interior todo lo que nos importa. Cuando nos
despabilamos — o sea, cuando pasamos a Beta— entonces las tareas del día, esos
estímulos exteriores, cobran importancia y es por eso que salimos disparados.
Por ello no podemos programar en Alfa. Porque si estamos realmente en ese estado,
entonces el objetivo de programación pierde importancia, y si logramos concentrarnos en
el tema de interés, es que no estamos realmente en Alfa. Estaremos, dijimos, en Beta o, en el mejor de los casos, en Theta, la frecuencia cerebral que caracteriza a los estados de
concentración profunda, donde inhibimos todos los estímulos exteriores... excepto uno,
aquello que es objeto de nuestra atención (esa es la definición de concentración). Ese
objeto al que se le permite el paso es, precisamente, el estímulo de nuestro deseo.
Si yo estoy en Alfa al concentrarme en un tema paso inadvertidamente a Theta, tras lo
cual me esfuerzo por permanecer en Alfa, vuelvo a programar (regreso a Theta, o a Beta) y así sucesivamente; en realidad estoy padeciendo una dispersión y una pérdida de energía psíquica, que es la consecuencia lógica del permanente salto de un ritmo a otro. Entonces debo aprender a ingresar a Alfa para relajarme, descansar y eliminar las tensiones arrastradas durante el día, y luego pasar a Theta y permanecer all í, programando.
El término "programación", eminentemente informativo y cibernético, exige otra
aclaración. Hemos leído por allí que "programar" nuestra mente es introducir en ella lo que deseamos obtener y dejar que opere por sí misma. Esta es una concepción mágica y
alejada de la realidad, que nace de la falta de sentido común y desconocimiento de
técnicas de computación (por algo se emplea el término "programar") y se cree que una
computadora es poco más o menos que una caja mágica a la cual le formulamos
preguntas y "sola" nos responde, cuando es bien sabido que para que una computadora
resuelva una situación es necesario que haya un programador que conozca no sólo los
pasos de la situación sino también sea capaz por otros medios quizás más lentos de llegar a la misma solución final. Lo único que hacen las computadoras es procesar y acelerar los pasos de recuperación de informaciones previamente insertas en el banco de datos.
Con la mente ocurre lo mismo. Debemos "programar" en el sentido real de la palabra, y
luego apretar la tecla que pondrá en marcha únicamente los mecanismos de
procesamiento que conducirán a nuestra psiquis al resultado final.
|