Un aprendiz de mago se considera siempre alguien en proceso de permanente construcción, un ser humano en continua evolución y sabe que su cuerpo es materia viva cuyo impulso natural es la perfección. Sabe que todo obstáculo, toda dificultad, todo problema es una oportunidad para crecer, para avanzar en su aprendizaje y los convierte en catalizadores de su proceso de transformación, en aceleradores de su búsqueda de la excelencia.
Para un aprendiz de mago no existe la palabra fracaso, todo lo que hace - sin importar el resultado obtenido - representa un esfuerzo valioso en términos de aprendizaje. Cuando sus expectativas no corresponden en forma satisfactoria con los resultados obtenidos, estudia detenidamente la situación con el fin de sacarle el máximo provecho, el máximo aprendizaje para incrementar su base de conocimiento y experiencia.
Un aprendiz de mago adopta como un principio ético esencial el de “máxima satisfacción con mínimo consumo” y en consecuencia busca optimizar todos los recursos que utiliza y al mismo tiempo trata que los resultados de su trabajo lleguen al mayor número de beneficiarios posible. Un aprendiz de mago se ve a sí mismo como un discípulo eterno de la naturaleza y de la vida, sabe que es posible aprender de cada ser vivo, que cada persona con la cual interactúa representa un vehículo, una herramienta o un agente a través del cual puede conectarse con su maestro interior, con su propia fuente de sabiduría.
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