Las compañías cuando se forman son una extensión de la persona.
Las empresas no toman decisiones, las personas si. Cuando una
empresa está en la fase de implementación es imprescindible que
una persona se haga responsable por su éxito. Esto a su vez se
transforma en un desafío para que la misma empresa crezca. Creo
que todos conocemos algún caso de una tienda pequeña donde la
cara común y familiar del dueño/a era el “alma” de la empresa. En
las etapas iniciales es muy difícil separar el éxito de la
empresa del éxito de la persona. Pueden quedarse así
indefinidamente o fortalecerse con las interacciones de otros. Es
como un hijo –dijo una vez una empresaria- hay que hacerle las
preguntas, hay que contestarle las preguntas… y hay que dejar que
se desarrolle. Cuando el foco central de importancia es la
empresa se toman mejores decisiones.
Veamos un ejemplo, hace pocos días (en septiembre del 2004)
recibí la llamada de mi peluquera. He llegado a admirar muchísimo
a esta mujer que no tuvo una infancia feliz y ha pasado por
muchísimos abusos y con dos hijos y dos divorcios a cuestas ha
logrado tener su negocio y su casa. Ella me llamó para pedirme un
consejo financiero. Le habían pedido que desocupara su local y
estaba pensando expandirse para un local mas grande. Esto
significaba pasar de vender solo sus servicios (su tiempo de
peluquera) a continuar incorporando productos para la venta. De
hecho, ella estaba haciendo bien su negocio, incorporando una
masajista, una pedicurista/manicurista y un asistente de yoga.
Así mismo agregaba un pequeño lote de cosméticos y productos para
el cabello y la belleza. Sus servicios eran muy demandados por
una clientela que gustaba del trato personalizado y de alto
valor. Era ciertamente una buena idea expandirse. El
razonamiento, no obstante, estaba errado. El local que había
encontrado era demasiado grande y temía pedir un préstamo
bancario, pues si no lograba pagarlo, perdería su negocio y con
ello su fuente de trabajo y con ello su vivienda propia. Si bien
es cierto que subsidiamos la empresa cuando la iniciamos (pues no
nos “pagamos” un salario mientras hacemos todo lo que requiere
una empresa para comenzar), el análisis de la empresa debe
realizar independientemente de las prioridades de los dueños.
Ahora bien, como dije al principio, las empresas no toman
decisiones, las personas si, y nadie va a tomar una decisión que
lo perjudique a sabiendas. Pero si mi peluquera hubiera separado
su análisis personal del análisis de la empresa se hubiera dado
cuenta inmediatamente que su clientela no era suficientemente
grande como para justificar un local tan grande, o en las
condiciones que le presentaban. Era mejor ir a un local
intermedio mientras probaba si realmente la parte de venta de
productos daba los resultados esperados. Esto era lo que la
empresa podía justificar... a menos que consiguiera un
inversionista ángel que le ayudara no a financiar sus gastos sino
su crecimiento (y después les contaré como termina el caso).
Formar una empresa no significa que vayamos a morir con ella, o
dejársela a nuestros herederos. Yo por lo menos formé mi primera
empresa “Dijar (diseño de jardines)” junto con mi familia para
tener un ingreso adicional y para explotar un hobby. Lo
desarrollamos como un negocio y al no estar presente, acabó en
estado vegetativo (pasivamente estable) . Hace un par de años, en
el 2002 me leí un libro sobre la estrategia de salida y me dí
cuenta de que yo no había pensado como iba a separarme de ella.
Claro que por el momento no pienso separarme de mi empresa, pero
si desarrollo mis actividades para que mi empresa pueda ser
independiente de mi. Así, muchas personas forman empresas que
luego venden, o se asocian, o compran otras, o salen a la Bolsa a
vender acciones. Nadie ha dicho que no podamos hacer esto,
sencillamente no se nos ocurre que podamos tener miles de
empleados satisfechos en algunos años y por eso no dirigimos
nuestras acciones hacia este fin.
Los negocios están mas orientados a servirnos como alimento para
el ego: solo pueden desarrollarse si nosotros estamos arriba, no
abajo.
|