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Otra de las observaciones que podrían formularse a ciertos instructores de Control
Mental –aquí, no achacables a los responsables de los distintos métodos– es la
confusión que generan en sus estudiantes de proponer alcanzar un "estado Alfa"
como non plus ultra del crecimiento interior.
Así que repasemos primero un poco éste y otros conceptos.
Nuestro cerebro produce habitualmente distintos tipos de frecuencias eléctricas,
registrables en aparatos tales como el electroencefalógrafo. Atendamos al hecho de que estas "ondas" no son evidencia de la actividad mental, sino de actividad neurológica o, para ser más precisos, del comportamiento electroquímico del órgano que llamamos cerebro.
Son ellas: ondas Beta, ondas Alfa, ondas Theta (pron únciese "Tita" o "Zeta", que
de ambas formas será correcto), ondas Delta, Husos y Complejos K. A los efectos de estas consideraciones, sólo nos interesaremos en las cuatro primeras.
Las ondas Beta se caracterizan, en el análisis electroencefalográfico, por presentarse
con comportamientos de 13 a 22 c/seg (ciclos por segundo). Un "ciclo" es un período
gráfico en la curva eléctrica, el que va desde un "pico" hasta el "valle" posterior a la curva siguiente.
Si esta gráfica aparece repetida de 13 a 22 veces en el período que la pantalla o
el papel del aparato marca como un segundo, es cuando concluímos que la persona "está en Beta".
Es necesario hacer dos salvedades: una, que un sujeto nunca se encuentra
exclusivamente emitiendo un tipo particular de onda cerebral: ese hipotético sujeto del
ejemplo, por caso, "estará en Beta" porque el 70 % de su córtex (corteza cerebral) emite esa onda, pero simultáneamente habrá otras áreas (temporales, parietales u occipitales) que emitirán alguna otra. Estaríamos generalizando para simplificar.
En segundo lugar, si bien dije que la "onda no es el pensamiento", es obvio que determinada actividad mental es acompañada por determinada actividad cerebral.
Así, en Beta nos encontramos en un estado psicológico de vigilia y atención dispersa (la disposición a dirigir la atención a más de un estímulo exterior). En la mayor parte del día así estamos y, como ya veremos, es bueno que ello ocurra.
Luego, tenemos el estado Alfa. Con 8 a 13 c/seg, la actividad mental que le acompaña
son los estados de meditación, abstracción y relajación psicofísica profunda.
Al estado Theta (4 a 7 c/seg.) le corresponden los estados de concentración y creatividad (cuando estamos tan ensimismados en un tema que ignoramos otros factores ajenos; o, para la segunda situación, cuando tenemos un "chispazo de inspiración", por ejemplo).
Y finalmente, cuando el cerebro emite ondas de menos de 4 c/seg –el estado Delta– es cuando estamos profundamente dormidos (las "ensoñaciones" serían entonces actividades Theta sobre un fondo de comportamiento Delta).
Pero volvamos al estado Alfa. Es innegable el beneficio del uso consciente del mismo:
es la mejor fórmula contra el estrés, permite meditar con profundidad, desengancharnos de los problemas...
Pero de allí a entronizarlo como el logro máximo de nuestro autodesarrollo significa olvidar un elemento importante: su característica de beatitud, tranquilidad y paz no necesariamente significa que se solucionarán los problemas cotidianos.
¿Qué nos dicen los antiguos maestros yoguis?. "¡Cuídense de los "siddhis"!". "Siddhi" es el término que ellos empleaban para el fenómeno parapsicológico. No nos advertían de ellos porque fueran intrínsecamente malos; sino porque su fascinación podría apartarnos del camino cuyo objetivo final es la autorrealización.
De la misma manera, privilegiar en exceso el estado Alfa, puede llevarnos a que, al solazarnos en la paz del mismo, disimulemos el objetivo de trabajar para enmendar lo que debe ser corregido.
¿Y por qué?. Ya he señalado que uno de los beneficios inmediatos del estado Alfa es el estado de meditación. Analicen primero estas dos definiciones:
Concentración: inhibición en la percepción de todos los estímulos exteriores al
sujeto, excepto uno.
Por ejemplo: si mientras están leyendo esta lección los distrae por momentos el sonido del teléfono, el batifondo en la cocina o el grito del gato del vecino al que le pisaron la cola, es porque están en el ya mencionado estado Beta de "atención dispersa", es decir, repartida entre múltiples estímulos exteriores.
Pero si están en Theta, la atención, capturada por esta lección, hace que desatiendan, es decir, quizás escuchen pero ignoren voluntariamente, el barullo en la cocina, el
repiquetear del teléfono o el alarido del minino.
Meditación: Cuando inhibimos la percepción de todos los estímulos exteriores del
sujeto, cuando la mente se "vuelve sobre sí misma", cuando permanecemos en lo
que los japoneses han denominado admirablemente com el estado Ku: la mente vacía pero alerta.
En consecuencia, en tal estado se requiere una voluntad muy bien entrenada (¿están totalmente seguros que la tienen?) para dirigir el flujo de pensamientos a la observación desapasionada de nuestros objetivos o problemas.
Y el inconveniente está en que si creyendo estar en Alfa reflexionamos sobre nuestros problemas, pues entonces no estamos realmente en Alfa, ya que al ser el problema algo exterior al individuo, dirigir la atención sobre él es "inhibir la percepción de todos los estímulos exteriores excepto uno", y eso no es meditación, sino concentración.
Y, por el contrario, si realmente estamos en Alfa, pues el problema exterior pasará a ser intrascendente, despreciable, indiferente; lo que quizás no esté mal, pero que significa, necesariamente, que ninguna acción en contra del problema será tomada.
Porque las resoluciones y decisiones deben ser fruto de Theta; ya que son la concentración y la creatividad los elementos basales de la superación de
problemas y logros de objetivos.
Así que demos a las cosas su justo lugar: Alfa no es, de por sí, un estado mágico de
optimización de la vida cotidiana; especialmente considerando lo que por "vida cotidiana" entendemos en Occidente.
Es, sí, un estado de "descarga", de reciclar nuestras energías, de aspirar a introspeccionar la naturaleza íntima de nuestra espiritualidad. O, como decimos en Control Mental Oriental, la etapa de "reducción eidética" de los problemas, pero necesario de etapas subsiguientes para su abordaje.
Escribí líneas arriba que incluso el tan maltratado estado Beta nos era sumamente útil, y la explicación es obvia: Si al salir a la calle estuviera en Alfa ("despegado" de todo estímulo exterior) o en Theta (concentrado en un estímulo de los centenares, visuales y auditivos, que me golpean apenas traspaso la puerta) con seguridad sería arrollado por el primer automóvil que pasara.
Así, la ley de economía y eficiencia de la naturaleza hace que todas las funciones (para este caso, neurocerebrales) tengan su razón de ser: de modo que nuestra estrategia en la vida cotidiana debe ser saber emplearlas del mejor modo posible.
Y el gran secreto de estas disciplinas pasa por resolver la siguiente situación:
Queremos sentarnos a estudiar, tenemos el deseo de hacerlo. Pero algo ocurre.
No nos podemos concentrar; un simple insecto desvía nuestra atención, nuestros pensamientos van de aquí para allá. O queremos dormir, cansados, y el sueño se resiste a llegar.
O tenemos toda la voluntad de escribir unas líneas motivadoras a un amigo en problemas, pero nada brillante se nos ocurre. ¿Y por qué?.
Porque la mera intención de producir una específica actividad cerebral no obliga al cerebro a producir espontáneamente la frecuencia cerebral más idónea a esos fines.
Por caso, es obvio que para que mis horas de estudio tengan el máximo rendimiento necesito concentración y creatividad (para adecuadas asociaciones de ideas), pero el simple hecho de querer estudiar no obliga al cerebro a producir ondas Theta.
De allí que los pequeños fracasos diarios de muchos se originan en la incapacidad de conseguir el aporte del cerebro a la actividad intelectual que desean expresar en ese momento.
Y, por consiguiente, éste es el secreto de muchas escuelas de control Mental: conocer los ejercicios que no mejoran nuestra memoria, o capacidad de comprensión, sino que sí solamente producen ritmos Theta para que, por carácter transitivo, nos beneficiemos psíquicamente con el estado mental que le es asociado.
Pues si yo puedo obligar a mi cerebro a emitir el tipo de onda más conveniente
para mis fines (de acuerdo, por ejemplo, a la vinculaciones que hemos expresado en párrafos anteriores) entonces, por añadidura, se desencadenarán las respuestas mentales necesarias.
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