¿En qué consistirá entonces la reducción eidética?. Extraída esta expresión del terreno de la Filosofía, llámase Reducción Eidética al proceso (intelectual) por el cual se le quita a un ente (objeto o pensamiento) todo lo que es superfluo, anecdótico, periférico al mismo hasta llegar a la menor expresión sin que pierda la esencia de tal.
Pondremos un ejemplo. Supongamos que yo quisiera hacer una "reducción eidética" de un ventilador de pie. Como dijimos que aquélla consiste en eliminar todo lo accesorio sin que se pierda su esencia de, en este caso, "ventilador de pie", significa que conceptualmente podremos quitar dos de las tres aspas, el cabezal de protección, la mayoría del cable –dejando un trozo–, el enchufe o toma, la cubierta del motor y uno de los tramos del apoyo.
Y nada más. Porque si quito todas las aspas, tendré un motor que hace girar un rotor pero no echa aire, que es la función esencial del ventilador. Si retiro una pieza del motor, no funcionará, y lo mismo si quito todo el cable (pues no tendrá cómo
alimentarse de electricidad).
Y si retiro todo el caño de apoyo, seguiré teniendo un ventilador, sí, pero ya no de pie. La Reducción Eidética del ente "ventilador de pie" es entonces, un aspa, el motor, un trocito de cable y un tramo del sostén.
Bien, ahora se tratará de aplicar el mismo principio a, por ejemplo, el problema cuya
solución no podemos encontrar quitando, como al electrodoméstico señalado, todo aquello que no afecte a la naturaleza esencial del mismo.
Por ejemplo: pensemos en algún problema que tengamos en este momento, quizás laboral, económico, etc. Meditemos sobre lo siguiente: ¿Qué es lo que nos duele, lo que nos genera ansiedad y perturba del mismo?.
¿El problema en sí?. ¿O las consecuencias emocionales de aquél? (qué
pensará Fulanito de mí, con qué cara le diré a Menganito que no puedo pagarle...).
Piensen simplemente en cómo se sentían un día antes que les explotara un problema
anunciado, y compárenlo con cómo se sentían un día después.
Y la conclusión es obvia: ¿por qué, respecto del problema, no puedo sentirme "antes" como sé que me sentiré "después"?. Porque es esa ansiedad, esa angustia, esa melaza pegajosa que es la emocionalidad adherida al problema, es ese apego emocional lo que enturbia la visión, lo que reduce nuestros recursos para solucionarlo.
Por lo tanto, el primer paso antes de encarar la solución de un problema es aprender a desapegarse afectivamente del mismo.
¿Recuerdan?: "muchas veces tomamos por origen del problema lo que es reflejo del
problema original".
Reflexionen, verbigracia, sobre algún conflicto o discusión que hayan tenido con alguien. Lo único cierto cuando discutimos es que, como buenos occidentales que somos, nuestras discusiones, en vez de ser un sensato intercambio de opiniones, son dos monólogos simultáneos donde cada uno levanta la voz para distanciarse totalmente convencido de que yo tengo la razón y el equivocado es el otro... que piensa, seguramente, de la misma manera.
Pero lo cierto es que esa discusión consiste en un diálogo donde, en algún
momento, nuestros caminos se bifurcaron. ¿Pero qué es lo que realmente nos molesta?.
¿El desacuerdo en sí?. ¿O el portazo con que el otro se fue, la palabra procaz, la
descalificación emocional?.
Es por ello que el primer paso en la solución de un problema consiste, no en atacar el
tema buscando una solución –todavía no– sino en sentarse para efectuar sobre él una
Reducción Eidética. Qué pertenece esencialmente al problema y qué le es ajeno.
¿Mi ansiedad por cambiar el automóvil se debe a que yo realmente es lo que quiero o es lo que mi entorno me influye a conseguir?. ¿Temo fracasar en este nuevo emprendimiento porque sospecho que tiene puntos débiles o ese temor sólo está en mi inseguridad?.
Claro que, si ustedes repiensan el problema como siempre, seguramente no sólo
seguirán viéndolo de la misma manera sino que, muy posiblemente, se sentirán más
angustiados todavía al hacerlo.
Y ello será así, si solamente lo enfocamos mentalmente en el estado cerebral habitual, esto es, en Beta. Beta que, como recordarán, corresponde al estado cerebral que acompaña a los estados mentales de atención dispersa, de conexión con múltiples estímulos exteriores.
Pero si, practicando la –en Control Mental Oriental– Relajación Psicofísica Progresiva Profunda u otro método afín ingreso en Alfa (estado cerebral que, dijimos, acompaña a la abstracción y la meditación, es decir, la inhibición en la percepción de estímulos exteriores) y en Alfa simplemente observo otra vez el problema (disculpen mi insistencia: no trato de buscarle una solución; todavía no. Simplemente lo pienso otra vez ) entonces distinguiré claramente lo que le es esencial y lo que le es ajeno.
Y como el apego emocional es ajeno, es decir, exterior al problema, el estado de
abstracción de Alfa me permitirá distinguir claramente la diferencia. La diferencia entre el ventilador de pie tal cual lo veo ahora y luego de reducirlo eidéticamente.
Sirven para lo mismo y son (esencialmente) lo mismo pero... ¡qué diferentes parecen a la vista!. La misma diferencia entre un problema atacado en crudo estado Beta y previamente reflexionado en Alfa.
Así que he cumplido el primer, imprescindible paso. Porque mucha gente, al grito de:"¡Si yo ya sé cuál es mi problema, para qué voy a determe otra vez en pensarlo! ¡sólo
necesito la solución ya!", comete el error fundamental: atacar un problema que no es
realmente tal, no por lo menos con el mismo aspecto y dimensión.
Tomar por origen del problema lo que es reflejo del problema original.
|