Dice Freud en la carta 71: “Las palabras fueron ensalmos y aún hoy conservan mucho de su poder ensalmador”.
De la misma manera que el cuerpo humano se estructura y mantiene sobre la columna vertebral, los pensamientos, ideas y relaciones de los hombres se estructuran sobre conceptos y palabras.
Lo que nos caracteriza a los seres humanos es una capacidad diferente para comunicarnos, a través de las palabras. En etología la capacidad de comunicación entre animales e incluso insectos sin mediar lenguaje verbal tal cual lo conocemos ha quedado demostrada.
Los seres humanos nos entendemos si las palabras y conceptos significan lo mismo para quienes se comunican.
Precisamente uno de los principales problemas de la comunicación se produce cuando las palabras significan cosas distintas para cada individuo.
Para obturar esa falencia-que no poseen los animales-se hace hincapié en el lenguaje no verbal o gestual.
El cuerpo habla. Es menester para quien desee comprender al otro y hacerse comprender, una lectura del mismo.
La precisión terminológica es fundamental para la comunicación y, por ello, es tan importante un léxico rico, que permita argüir sin ambigüedades y equívocos.
Junto a la libertad de expresión se requiere la capacidad de expresión, disponer de palabras que transmiten fidedignamente nuestras reflexiones. (Según Jiménez, Juan Ramón miembro de la Real Academia Española).
Pero el malentendido existe, es una hiancia que está estructurada en nuestra subjetividad.
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