El concepto de stress ha ido evolucionando a lo largo de estas últimas
décadas. Originalmente, Selye lo definió como la Respuesta General de
Adaptación del organismo frente a un estímulo amenazante. Esa respuesta
puede ser de dos tipos:
de afrontamiento de la situación
de huida,
o lo que en inglés se denomina fight or flight.
Frente a esta situación el organismo reacciona preparándose para la lucha o
la huida. Es así a que se produce un aumento en el ritmo cardíaco, en el
ritmo respiratorio, aumento de la presión sanguínea, se dilatan las pupilas,
se tensan los músculos, se produce una vasoconstricción periférica, aumenta
la glucemia, se libera adrenalina, noradrenalina, glucocorticoides, etc.
Una vez desaparecida la amenaza, el organismo vuelve a su funcionamiento
habitual, reponiéndose del enorme gasto de energías físicas y emocionales.
Cuando la amenaza persiste, el organismo se mantiene en alerta permanente y
se produce lo que Selye denominó el Síndrome General de Adaptación, que es
la cronificación del stress. En esta condición, el organismo no cuenta con
el tiempo necesario para su recuperación, y comienzan a agotarse sus
energías físicas y psíquicas.
Podemos definir el stress como los procesos fisiológicos y psicológicos que
se desarrollan cuando existe un exceso percibido de demandas ambientales
sobre las capacidades percibidas del sujeto para poder satisfacerlas; y
cuando el fracaso en lograrla tiene consecuencias importantes percibidas por
el sujeto.
Cuando hablamos de la percepción del sujeto, nos estamos refiriendo a
procesos complejos que engloban los procesos cognitivos, las creencias,
pensamientos, inferencias, interpretaciones, predicciones, etc que el sujeto
hace, de manera más o menos consciente en el proceso antes definido.
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