El hombre a nivel antropológico tiene una constitución dual; es decir, está compuesto de alma y cuerpo. A nivel somático, experimenta placer y dolor mientras que el equivalente a estas sensaciones en el plano anímico es el gozo y la tristeza. El placer y el gozo nacen a partir del bien mientras que el dolor y la tristeza surgen a partir del mal. Por ejemplo, una enfermedad produce como consecuencia lógica el dolor corporal y la tristeza anímica mientras que la curación produce deleite sensible y gozo espiritual.
El ser humano por naturaleza está llamado a alcanzar la felicidad; ese es el objetivo prioritario de nuestra existencia. El hombre es un ser único e irrepetible; el protagonista absoluto de esta obra de arte inacabada que es la vida; somos seres dotados de inteligencia y voluntad por lo que tenemos el poder de decidir. La aventura de la vida es un privilegio que viene acompañada del don de la libertad y el regalo del tiempo. La vida tiene una certeza intrínseca en su propia esencia; la de la propia muerte. El hombre a diferencia de los animales es dueño de sus decisiones por lo que también es responsable, en parte, de su propia felicidad o desdicha.
Una persona será más feliz cuanto más se conozca a sí misma. El autoconocimiento es necesario para responder preguntas tan esenciales como quiénes somos o qué queremos hacer con nuestra vida.
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