Cuando la manipulación es insuficiente se recurre al chantaje emocional. Si el chantaje tampoco funciona, empieza a plantearse la posibilidad de emplear la agresión física. El acoso moral, especialmente cuando se ejerce en el medio laboral (mobbing) supone un grado elevado de poder por parte de la persona que lo ejerce.
Se denomina manipulación al ejercicio velado, sinuoso y abusivo del poder. Se presenta en cualquier relación social o campo de la actividad humana, donde la parte dominante se impone a otras en virtud de que éstas carecen de control, conciencia y conocimiento sobre las condiciones de la situación en que se encuentran.
El chantaje emocional es una práctica habitual de maltrato psicológico que denota debilidad e inseguridad en quien lo practica y servidumbre en quien lo padece. La imposición se lleva a cabo utilizando los sentimientos como arma. La negación a aceptar las exigencias del otro se califica de traición a la amistad o al cariño. De una forma inconsciente o voluntaria, presiona a otras personas, víctimas del chantaje emocional, para que actúen, digan o piensen de una determinada manera, aunque vaya en contra de sus principios. Dicha presión, no es sólo patrimonio de la pareja; en cualquier relación de tipo personal se puede ser tanto víctima como verdugo. De hecho, es un recurso muy utilizado entre padres e hijos.
Alguna de las frases más usadas por aquellos que lo practican son:
“¿Es que ya no me quieres?, Con todo lo que he hecho por ti, Te voy a ayudar si, Si te vas me mato, Si te vas nunca volverás a ver a los niños, Yo que siempre me sacrifico por ustedes y ustedes no pueden hacer nada por mi, No puedes hacerme eso ahora sabiendo lo mucho que te quiero, Tu si tienes el derecho a divertirme y en cambio yo aquí siempre encerrada, Lo hago sólo por tu bien, pues alguien puede faltarte al respeto vestida así, Si te sales en este momento, te juro que cuando regreses ya no me encuentras, Nadie te podrá amar como yo, Sin mi ¿qué harías?, Tu no sabes de los que estamos hablando, mejor cállate, Ya verás que las cosas de hoy en adelante van a ser diferentes, Así de gorda quién se va a fijar en ti, Si realmente me quieres te preocuparías por mi, como yo lo hago...”
Los chantajistas son personas que saben cuánto se valora la relación con ellos y conocen bien los puntos débiles de quienes les rodean. Estos extorsionadores en el fondo son débiles e inseguros ante el criterio y la libertad de sus seres queridos. Su espíritu posesivo les hace mostrarse como víctimas cuando el otro no cumple sus caprichos o antojos. Para conseguir su cometido aprenden a provocar la culpa.
Hay cuatro clases de chantajistas emocionales:
El castigador – dice exactamente lo que quiere y las consecuencias a atenerse si no se le concede sus deseos.
El auto-castigador – se dañará a sí mismo si no se hace lo que él desea, pero antes avisa.
La víctima – obliga al otro a adivinar sus deseos para después dejar en claro que es responsabilidad de aquel otro el asegurar que lo obtenga.
El provocador – hace promesas maravillosas siempre que se acate su voluntad.
El manipulador conoce bien al otro en su mejor momento, y permite que el recuerdo de las experiencias agradables eclipse la sensación de que algo no funciona, cediendo los deseos propios para que ese buen momento no se rompa. Es como sentirse obligado a “pagar” para obtener el amor y respeto de las personas queridas.
Los chantajistas siempre quieren más, por mucho que se les dé. Generalmente ignoran los sentimientos y aspiraciones del otro. Sólo les importa sentirse bien ellos mismos. Califican al otro de egoísta, interesado, insensible o descuidado si no se cede. Se deshacen en alabanzas cuando se los complace. Sus armas básicas son el temor, la obligación y la culpa.
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