Toda rama o flor, al ser cortada de la planta, es herida, y como toda herida, se convierte en puerta abierta a la infección y, peor aun, de ella se escapa lenta o
raudamente, la vida. Es decir, que una rama o flor, destinada a cumplir un ciclo de vida de x días, al ser cortada, disminuye toda posibilidad de subsistir.
El estudio de todos los métodos que se conocen para prolongar la vida de las ramas cortadas, nos hace llegar a las siguientes conclusiones:
Si pensamos que el tallo es la vía por la cual circula la savia, y que esa savia está compuesta en gran parte por el agua que las raíces extraen de la tierra, lógicamente lo que más precisa esa rama es agua.
Agua limpia, y si esta enriquecida con algunas sales minerales, mejor aun. Personalmente acostumbro poner un poco de fertilizante químico (en tan ínfima proporción, que ni el color ni el olor del agua se vean afectados) y la duración de las
ramas es extraordinaria.
En plantas fuertes como la Pasionaria por ejemplo, los pimpollos se van abriendo
paulatinamente uno tras otro, y así he tenido durante días un arreglo variado según el estado y ubicación de las flores.
El agua debe penetrar con facilidad en el tallo, es decir que si la rama es grande con respecto a la superficie cortada del tallo, no recibirá la cantidad suficiente de agua, el necesario volumen para toda la evaporación que significan sus numerosas y tal vez
grandes hojas.
Por eso, el corte en diagonal que hacemos al tallo o rama, al par que facilita el pinchado en los soportes, aumenta la superficie de absorción.
Si esto no es suficiente, se puede —siendo ramas duras— machacar el extremo con un martillo para que al abrirse o astillarse, aumente el área de absorción.
El agua que se utilizara no debe ser excesivamente fría. Es una creencia general y errónea la de que el agua helada mantendrá más frescas las flores. Por el contrario, las ramas recién cortadas deben ser sumergidas en agua tibia durante unas horas y conservadas en un ambiente oscuro.
Así en ese lapso absorben el máximo de agua y no se dañan aunque Ies falte ese elemento durante los minutos que dure su manipuleo para realizar los arreglos florales.
Las ramas deben ser sumergidas en el agua rápidamente después de cortadas. En algunas ramas —resinosas por ejemplo—, al estar en contacto con el aire se
forma una delgada capa protectora quo dificulta la absorción del agua. En estos casos, conviene hacer un nuevo corte dentro del agua.
Cuando la rama es extremadamente delicada –bambú, por ejemplo- es incluso necesario ir rociando la rama mientras se la serrucha o corta, sumergirla rápidamente en agua, y aun hacerle un nuevo corte dentro del agua.
En Japón se usa con frecuencia el bambú pues junto con el pino y el ciruelo de flor forman un tríptico que simboliza la felicidad. De allí que se extremen las medidas para que su duración y conservación sean perfectas.
Hemos dicho que toda herida es puerta abierta a la infección. Por lo tanto, desinfectar esa herida o evitar que se infecte, son los recursos a los que debemos recurrir si queremos prolongar la vida de una rama.
La limpieza prolijamente hecha en los recipientes es una de las medidas más eficaces para obtener la larga duración de las ramas. Es aconsejable lavar con una solución jabonosa los jarrones y enjuagarlos con agua caliente, y asimismo echar de vez en cuando agua hirviendo a los pinchaflores, ya que es difícil limpiarlos de otra manera.
Así se evita que los gérmenes se reproduzcan o contaminen unas ramas a otras.
Toda hoja que quede sumergida dentro del agua, debe ser eliminada por significar un estorbo y además al marchitarse descompone el agua.
De los muchos medios recomendables que hay para desinfectar y cauterizar los tallos, los más sencillos son:
1) Quemar al fuego de una vela o gas, los extremos de las ramas cortadas. Este sistema permite cauterizar ramas tan delicadas como la de la estrella federal (rosas, margaritas, jazmines, geranios).
2) También se pueden introducir las puntas de las ramas en agua caliente y luego pasarlas al agua fría (crisantemos, cosmos).
3) O bien dejarlas sumergidas en agua caliente hasta que ésta se entibie por sí sola. En estos casos hay que preservar de la acción del calor o del vapor de agua a las hojas o flores. Lo mejor es envolverlas con varias capas de papel de diario o papel manteca (flor de nieve).
Otros métodos no tan conocidos son los de:
4) Macerar las puntas de las ramas con un poco de alcohol, armar la decoración en seco y luego añadir agua tibia y dejarla enfriar lentamente (alelí, lilas, ciclamen).
5) Frotar las puntas con sal, y luego sumergirlas en agua fría (dalias, peonías).
6) Frotar el extremo con ceniza y luego sumergirlas en agua fría (cyneraria).
7) Frotar con bicarbonato (corona de novia, glicinas).
8) Sumergir en acido acético unos minutos y dejar reposar en agua tibia y clara.
Indudablemente si disminuimos la superficie de evaporación eliminando gran parte de las hojas, las pocas que queden resultarán beneficiadas pues obtendrán una mayor proporción de agua.
Así, pues, en las ramas que tienen dificultad para absorber agua, lo mejor es dejar un mínimo de hojas, lo imprescindible para que la rama sea hermosa, con lo cual se ganará en lozanía y belleza.
Hay que evitar las atmósferas caldeadas y las corrientes de aire. Las primeras apresuran el ciclo de las flores, y las corrientes de aire las estropean.
No es necesario cambiar el agua todos los días. Una vez armada la decoración, basta añadirle el agua que se va evaporando. Cuando pasen unos días, y alguna de las flores o ramas se marchite, se puede armar una nueva decoración, tal vez en escala menor, y será siempre un placer ver renovado el arreglo.
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