Existe, sin embargo, gran cantidad de evidencia empírica, tanto del mundo médico como de las prácticas de las personas, que sugieren que las técnicas del jelqing pueden funcionar en cierto grado —si se le da el tiempo suficiente—.

La expansión de los tejidos ha sido usada por años en las cirugías reconstructivas después de mastectomías —remoción del pecho debido a cáncer—, y en el reemplazo de piel para la recuperación de quemaduras —la piel “crece” estirando el tejido existente cerca de la zona lastimada—.

Varias culturas nativas han practicado el estiramiento corporal con gran éxito, probando que esta clase de modificación corporal es posible. Entre los casos más famosos, podemos mencionar las tribus Suri y Mursi en Etiopía, y a los Botacudo y los Suya en Sudamérica, que practicaron exitosamente el estiramiento. Asimismo, podemos hacer referencia a la tradición china de los pies vendados, o a las famosas mujeres jirafas de la tribu Paduang en Burma.

Históricamente, han llevado a cabo el estiramiento del pene los Sadhus de la India y los indios Papúa de la Isla de Papúa en Nueva Guinea. En el caso de los Sadhus, el estiramiento alcanzaba condiciones tan extremas que el pene quedaba completamente inutilizado para su uso normal.

Claramente, el cuerpo del hombre puede —y lo hace— responder a la presión aplicada a lo largo del tiempo, lo que sugiere que el jelqing podría ser un método válido para el alargamiento del pene. No obstante, también cabe señalar que las diferencias en los tipos de cuerpos y en los métodos aplicados deben alterar la tasa de resultados. Si decides embarcarte en el mundo del jelqing, procura establecer un programa y respétalo, tomándolo con total seriedad. Al mismo tiempo, lleva un método de registro para comparar los resultados, y para estar alerta a cualquier signo extraño.