Los autores Blaszczynski y colaboradores (1986), también citados en www.azajer.com, postulan que deficiencias en el nivel de endorfinas-B pueden predisponer a algunas personas a responder positivamente a actividades que incrementen el arousal y los niveles de endorfinas y de este modo, el estado de ánimo. Personas con estrategias inadecuadas de afrontamiento o determinadas características de personalidad podrían utilizar al juego para contrarrestar sentimientos desagradables, buscando un nivel de arousal óptimo. De este modo, con las repeticiones reforzarían esta asociación, incrementando las respuestas como un modo de reducir la ansiedad y la depresión mediante un incremento en la endorfina-B o mediante un escape emocional (refuerzo negativo) en otros. Pero este efecto sólo es temporal. Cuando las pérdidas asociadas al aumento de juego incrementan los estados de ánimo disfóricos y de ansiedad, la persona buscará jugar de nuevo.
Cada vez necesitará aumentar más las apuestas (debido a la tolerancia), las pérdidas serán mayores y, por tanto, jugará cada vez más para poder recuperarse. Cuando trate de detener el juego, se incrementará su malestar y esto hará que nuevamente juegue.
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