Si bien –creo que esto es bastante obvio– no hemos agotado los aspectos estrictamente psicológicos (¿o más bien debería escribir "mentalistas"?) de la Autodefensa Psíquica, permítanme ustedes desviar momentáneamente su atención hacia otro de los ámbitos que exploraremos en busca de elementos cada vez más eficientes a la hora de protegernos de las agresiones que hemos descrito:
concretamente, estoy hablando del uso de rituales ocultistas.
Es en otro lugar donde me he extendido sobre lo que yo entiendo como una concatenación de razonamientos y evidencias que apuntan en la dirección de
testificar que, después de todo, las antiguas creencias y prácticas herméticas no conforman solamente un cúmulo de supersticiones sino, por el contrario, hunden sus raíces en un conocimiento empírico milenario.
A menos que interpretemos lo de "superstición" en un sentido formalmente etimológico, ya que proviene del vocablo supérstite: lo que sobrevive. Lo que sobrevive de un conocimiento perdido.
Mi opinión personal –sobre la que no he de extenderme ahora– es que en un remoto pasado, más allá de los mezquinos límites impuestos por la Historia ortodoxa, existió una Antigua Religión extendida sobre la faz de La Tierra.
Herederos de una Humanidad ya desaparecida (pero muy anterior a lo tímidos tres o cuatro millones de años que le asigna la cronología antropológica, quizás tan atrás como próxima a la convivencia con los dinosaurios) los sacerdotes e hierofantes de numerosas religiones perpetuaron una Ciencia donde lo iluminista iba de la mano con lo experimental, donde no podía trabajarse la Naturaleza sin buscar al mismo tiempo a Dios, donde el laboratorista oraba mientras desarrollaba sus investigaciones.
Con el paso del tiempo y la acción de Fuerzas Oscuras, el divorcio entre Ciencia y Religión avanzó, y mientras ambas se institucionalizaban –y enfrentaban– los lazos comunicantes, los eslabones fragmentados que tendían hasta entonces un puente entre esas dos formas de aprehensión de la Realidad, quedaron dispersas por el orbe, transmitidos clandestina y en ocasiones tergiversadamente.
Bien, pero no es el propósito de esta lección escribir una "Historia alternativa". Baste como síntesis explicativa del porqué creo que debe atenderse con otras miradas las prácticas rituales ocultistas.
Pentáculos, velas, defumaciones, conllevan un porqué, un cómo, un cuándo y un para qué. Por supuesto, nada está más alejado de mi ánimo que convencerles de la necesidad de llenar algún aparador o armario de sus viviendas con ungüentos, polvos varios, tinturas y extraños artilugios, pero déjenme decirles que si lo hicieran podrían maravillarse de los resultados. Aunque resulte extraño a algunos oí dos, soy un convencido de que el uso de estos admíniculos sí funcionan: no por una simple y ambigua cuestión de "fe", sino porque detrás de ellos subyacen complejos mecanismos interactuantes entre los planos físicos, astrales, psíquicos y espirituales.
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