Malas decisiones, buenas decisiones - Curso gratis de EnPlenitud.com   Malas decisiones, buenas decisiones
El poder de la pregunta Esta parábola se inicia con una pregunta.
 
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La pregunta adecuada es como una flecha directa hacia el objetivo que se está persiguiendo.  Decimos en Aflorarte.com que “La mente es como un paracaídas: solo sirve si se abre”. Abramos el paracaídas haciendo las preguntas adecuadas a la fuente de información adecuada: la mente.

Un trabajo responsable con Flores de Bach consigue abrir la mente de un modo tal que permite abrir caminos, o re-transitarlos. Nunca para cerrarlos.  Asume una postura de humildad desde donde consulta a su mente. Da por descontada la existencia de una mente universal a la que podemos acceder en busca de información y soluciones.

Con estos trabajos afloran elementos de nuestra personalidad, de nuestros recuerdos, del tiempo histórico, del entorno, de nuestras predilecciones y prejuicios, de nuestras percepciones e intuiciones que pueden no estar permanentemente a flor de conciencia pero que están siempre disponibles, son siempre impulsores y benéficos. Si preguntamos, nos responden.

Podemos preguntar si el acto de calificar una decisión como acertada o desacertada es un acierto en si mismo o si es simplemente el producto directo del hábito de calificar. Este hábito es propio de la modalidad mental, que hace que la mente ofrezca un juicio, un resultado o una definición sobre aquello en lo que se la ha forzado o acostumbrado a hacer foco.

Utilice el recurso de la pregunta, evitará conclusiones que pueden dañar o limitar.

Pregúntese acerca de todas esas decisiones que tomó en su vida y no recuerda. Ellas podrían resultar más significativas de lo que parecen.
 
Los seres humanos debemos tomar decisiones. Y lo hacemos a diario. Ahora bien, ¿preguntamos siempre? ¿Hacemos las preguntas correctas: esas que impulsan?
¿Por qué recordamos algunas decisiones y no otras? ¿Por qué emitimos juicios de valor sobre algunas decisiones y no sobre todas? ¿Con qué clase de “linterna” hacemos foco sobre una determinada decisión y para qué?

No podemos engañarnos en la presunción de que nuestra vida y nuestro destino dependen de aquel puñado de decisiones que recordamos y que nos hemos ocupado de calificar. Hubieron innumerable cantidad de otras decisiones y siempre elegimos del mejor modo que podemos, con los datos con los que contamos en cada situación.

Siempre elegimos a nuestro favor ya sea que elijamos para tener experiencias o para evitarlas. Frecuentemente las decisiones “equivocadas” son aquellas que se tomaron para evitar sentir algunos miedos, para ahorrarse disgustos, o  para seguir a tono con prejuicios. Ya sea que elijamos por curiosidad, por capricho, por moda o por tradición para sentirnos cómodos o aceptados, aún si decidimos siguiendo la sugerencia de los demás estamos decidiendo y estamos eligiendo dicha sugerencia.

Asumir esta humana rutina es asumir una responsabilidad con nuestra propia persona.

Con esta reflexión en la mente, concluya su escrito transcribiendo con sus palabras este concepto y agregando lo que en aquél entonces faltó y que prefirió no ver dejándole cierta sensación desagradable como insatisfacción, frustración. Pregúntese:
¿Faltó alguna pregunta inteligente de mi parte?
Por ejemplo, es posible que no haya accedido a iniciarse en algún entrenamiento, o que haya evitado encontrarse con alguien, o que haya evitado hacer averiguaciones que pudieron haber sido útiles entonces. Si tal es el caso, escríbalo con sinceridad. Es posible también, que descubra usted hoy que aquellos fines que perseguía en el pasado ya no son válidos, o que los que persigue hoy no aparecían antes.

Haga preguntas a su mente

Aproveche su trabajo Cerato para legitimizar sus objetivos pasados y vea cómo queda su escrito ahora y cómo cambia su relato y mejora su sensación.

 Concéntrese en aquella situación desde esta nueva perspectiva y amigándose con su “usted del pasado” fíjese todo lo que su mente puede contarle ahora. Disfrute a pleno de este reencuentro tan íntimo y tan sublime con usted mismo; instalando en su interior un clima de aceptación y confianza. 
Pregunte y pregunte a su mente, ella no tardará en enviarle datos que serán útiles y reveladores. Su mente es como un músculo que necesita ejercicios para desarrollarse. La pregunta es algo que su mente adora, le propone desafíos que siempre alcanza.

Impulse a su mente con el trabajo adecuado de energías emocionales, ella se convertirá en guía confiable para futuras decisiones y apreciaciones.

A lo mejor descubra usted que en aquél entonces fue movido por una creencia y será tarea de detectar si se trataba de una creencia que usted decidió tener....o si  una creencia lo tenía a usted. Las creencias son energías de alta vibración.  Ellas son capaces de abrir y cerrar oídos y corazones, y con ello traer belleza y progreso o producir horrores en el mundo.  Eso tan etéreo que no puede verse ni olerse –la creencia-- le confiere las fuerzas para desplazarse, le da la razón para reír o para sufrir. Si se da cuenta de que una creencia proviene de un estado emocional, notará la importancia de trabajar adecuadamente sus emociones pues ello afectará toda la rueda de sus pensamientos y por ende del curso que tome su vida. 

Formule entonces la pregunta: “qué tipo de creencias están configurando mis decisiones?

 
 
 

 


   
 
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