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Taller de Escritura

Actividad 5 - El personaje retratado por sí mismo

 
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El personaje puede ser descrito por el narrador, pero en vez o además de ello, también puede "retratarse" a sí mismo por cómo actúa, cómo habla, cómo piensa, cómo escribe...

El personaje retratado por sus actos:
Antes que afirmar que tal o cual personaje es charlatán, o elegante, o egoísta, o cruel, o frívolo, etc., siempre será mejor dejar que actúe, siguiendo ese principio general de la escritura que nos dice que debemos mostrar, no explicar. Un ejemplo: Pascual Duarte, el protagonista y narrador de la novela de Camilo José Cela La familia de Pascual Duarte, termina el primer capítulo de su relato hablando de su afición por la caza y de una "perrita perdiguera" que le acompañaba a cazar. Esta perra, afectuosa y leal, era casi su amiga: "Se entendía muy bien conmigo", dice. Un día, Pascual se fija en la mirada de la perra, que le parece "la mirada de los confesores, escrutadora y fría". "La perra seguía mirándome fija, como si no me hubiera visto nunca, como si fuese a culparme de algo de un momento a otro." Y de pronto: "Cogí la escopeta y disparé; volví a cargar y volví a disparar. La perra tenía una sangre oscura y pegajosa que se extendía poco a poco por la tierra". De este modo, a las pocas páginas de empezar el relato, ya sabemos que el protagonista es un hombre imprevisible y violento, con tendencia a sentirse perseguido.
El personaje retratado por sus palabras (monólogo interior): Hemos visto que el personaje puede revelarse en sus actos; pero también sus palabras le retratan. Esas palabras pueden expresarse exteriormente o sólo formularse en el fuero interno. La palabra interior es la que no sale del pensamiento. Se trata del monólogo interior o del flujo de conciencia.
He aquí, por ejemplo, un monólogo interior, el de un hombre viejo que agoniza en un pueblo abandonado, del que es ahora el único habitante: "A partir de este instante, el recuerdo se rompe en miles de partículas, en un vaivén confuso de imágenes febriles que apenas puedo ya reconocer como vividas. Hay en mí, sin embargo, un vapor de menmoria, una luz muy lejana que ilumina la noche y rescata recuerdos del umbral de la muerte. Sabina apareciéndose detrás de la ventana. La perra estremecida aullando tras la puerta. Sabina arrodillada al borde de la cama. La perra devorando mi mano tumefacta. Ahora pienso que aquello era sólo fiebre, la zozobra de un sueño que ha durado hasta hoy..." Julio LLamazares. La lluvia amarilla.

Actividad

Ejercicio I:
Imaginar cómo se comporta el siguiente personaje (20-40 líneas): "Un señor como de cuarenta años, saludable, mofletudo y rechoncho, el cual [...] vivía en un pueblo de los lejano a la capital de su país, de donde nunca había salido sino a la capital de su provincia hasta que, con ocasión de ciertos negocios propios de la empresa que forma partee, había estado últimamente en la corte como cosa de un mes". Se encuentra en el tren de regreso a su tierra, en un compartimento en el que viajan también un turista inglés y dos señoras. Su comportamiento le retrata como un hombre insignificante, expansivo y que pretende ser chistoso.

Ejercicio II:
Escribir el siguiente monólogo interior (20-40 líneas): "Dirigiéndose imaginariamente a su marido muerto, la viuda, mujer convencional y estrecha de miras, le reprocha que nunca le hiciera una declaración de amor como Dios manda".

 

 
 
 
 
   
 
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