Los ginecólogos, pediatras y neonatólogos aconsejan que tanto el padre como la madre se comuniquen con el feto, hablen con él, le lean cuentos, le cuenten sus planes para cuando nazca, le canten y pongan música agradable en el ambiente para que la escuche... incluso alguna dirigida y dedicada expresamente a él. Todas esas cosas favorecen lo que se conoce como "localización auditiva" que es la capacidad que tiene el bebé para distinguir los sonidos una vez que ha nacido. De hecho, muchos niños de edades tempranas recuerdan y reconocen canciones, piezas de música clásica, nanas o melodías que escucharon mientras estaban en el útero materno. Asimismo, son aconsejables las lecturas de cuentos clásicos, sin imágenes que infundan miedo; por ejemplo, de El Principito. Otra práctica interesante es inventar canciones con letras cariñosas y repetirlas a menudo. Una vez que el bebé haya nacido, cuando escuche esas palabras o esas melodías que su inconsciente tiene registradas las reconocerá y le producirán los mismos efectos placenteros: tranquilidad y confianza. Además, desarrollarán su capacidad de escucha y favorecerán su desarrollo neuronal. Experimentos realizados en 1993 y publicados por la prestigiosa revista Science daban pruebas fehacientes de ello: en la Universidad de Greensboro, en Carolina del Norte, los doctores Tony DeCasper y Melanie Spence hicieron que un grupo de embarazadas en sus tres últimos meses de gestación leyeran en voz alta un cuento clásico. Luego, poco después del nacimiento, se hicieron pruebas que demostraban que los bebés reconocían determinadas frases o pasajes pues "respondían" ante la lectura de ese cuento y no ante la de otros textos. La Psicobiología admite que las emociones intensas que vive la madre, sean de la índole que sean, generan cambios hormonales e impulsos neurológicos que afectan al feto. Estos "nuevos" planteamientos eran ya, sin embargo, defendidos por culturas tan tradicionales como la japonesa. En ese sentido, la educación embrionaria o tai-kyo defendía la preparación de toda la familia para recibir al recién nacido no sólo durante el parto sino también durante la gestación. Y es que asumían que el feto era capaz de captar todo lo que le sucedía no ya a la madre sino a toda la familia: padre, hermanos, abuelos Así, las voces, las emociones, los sentimientos, los pensamientos de todos ellos eran objeto de atención a fin de evitar aquellos que pudieran provocar desarmonía o cualquier perturbación en el feto y procuraban favorecer la armonía, la paz y el amor en el seno familiar.
¿QUÉ MÚSICA ES MÁS BENEFICIOSA?
Con el desarrollo tecnológico se ha podido comprobar lo que los investigadores de la primera mitad del siglo apenas intuían. Así, hoy sabemos que los fetos muestran claras preferencias por la música de Mozart y Vivaldi. Ante esta música se estabiliza su ritmo respiratorio, se relajan, dejan de patalear y tienen sensaciones placenteras. Mientras que la música tipo rock duro les causa alteraciones que muestran como pataleo, inquietud, movimientos bruscos, etc. La utilización de técnicas de Musicoterapia durante el embarazo, parto y primer año de vida están pues dirigidas a prevenir alteraciones emocionales y de conducta posteriores y a mejorar la comunicación entre la madre y el niño. Y aunque un grupo de investigadores norteamericanos ha afirmado hace tan sólo unas semanas que el estudio que han llevado a cabo sobre la música de Mozart no ha dado los resultados que se suponía debía tener, lo cierto es que el mismo ha sido criticado abiertamente por los expertos. Son muchos los que entienden que ese fue el resultado porque es lo que buscaban quienes hicieron el estudio. No hubo objetividad ni ecuanimidad en el mismo.
LA ESPECIAL MÚSICA DE MOZART
A lo largo de más de cincuenta años de investigación el Dr. Tomatis comenzó a incorporar en sus sesiones música de Mozart. "Mozart -afirma- es muy buena 'madre'. He probado todo tipo de música pero las propiedades que he encontrado en la de Mozart, sobre todo en los conciertos de violín, generan el mayor efecto curativo en el cuerpo humano". Son notables los resultados obtenidos en niños prematuros, hasta el punto de que en algunas unidades de neonatos el personal médico pone música de Mozart o nanas. A pesar de su escaso peso, los bebés muestran signos de mayor actividad, son capaces de sonreír y su respiración y ritmo cardiaco se estabilizan llegando a reducir en una media de cinco días su estancia en el hospital. Sin embargo, lo más curioso es que estos efectos se multiplican cuando la música es filtrada para simular los sonidos intrauterinos. En los últimos tiempos se ha publicado gran número de noticias sobre distintos experimentos realizados en universidades norteamericanas sobre los efectos de la música como potenciador de determinadas áreas cerebrales y, como consecuencia de ello, de un mayor cociente intelectual. Son conocidos en ese sentido, por ejemplo, los estudios realizados en el Centro de Neurobiología, Aprendizaje y Memoria de Irving, en la Universidad de California, donde un equipo de investigadores comprobó los efectos de la música de Mozart sobre los estudiantes cuando les sometieron a distintas pruebas de inteligencia (razonamiento, inteligencia espacial, etc.). Los resultados apuntaban a una mejor organización neuronal de la corteza cerebral potenciando las facultades de creatividad y el razonamiento espacio-temporal del hemisferio derecho. Desgraciadamente, el efecto de mayor inteligencia no duraba mucho -algo más de 15 minutos- cuando terminaban las audiciones musicales. En cuanto a experimentos realizados a preescolares los resultados fueron aún más espectaculares. Las capacidades despertadas por los niños que fueron estimulados con música de Mozart y Beethoven se mantuvieron durante todo un día. Se logró una mayor respuesta psicomotriz, una ampliación de su capacidad para realizar tareas espaciales y una mayor atención y rendimiento en cualquier actividad. Algo que no sucedió con los otros dos grupos de control que se habían establecido: uno de ellos fue estimulado con clases de informática y otro con la dinámica habitual de la escuela. Estos estudios han llevado a los investigadores a apuntar que la música de Mozart puede tener efectos especiales y más duraderos que no suceden con otros autores. Esa música parece imbricarse en los canales neuronales y calma el ánimo, mejora la percepción espacial, favorece la expresión oral, ayuda a comunicar la mente y el corazón (razón y emoción), estimula la capacidad creativa y activa la motivación.
Según el músico Don Campbell, "tal vez el secreto de la grandeza de la música de Mozart está en que todos sus sonidos son muy puros y simples. Mozart no teje un deslumbrante tapiz como el gran genio matemático Bach. Tampoco levanta una marejada de emociones como el torturado Beethoven. Su obra no tiene la desnuda llaneza del canto gregoriano, una oración tibetana o un himno evangelista. No calma el cuerpo como un buen músico folk ni lo incita a moverse frenético como una estrella del rock. Es al mismo tiempo misteriosa y accesible y, por encima de todo, es transparente, sin artificio. Su ingenio, encanto y simplicidad nos permite acceder a nuestra sabiduría interior más profunda".Probablemente, para entender el por qué de la fuerza de la música de Mozart tendríamos que remontarnos a su concepción. Desde el principio estuvo inmerso en un ambiente musical. Su padre era violinista y su madre hija de músico por lo que ambos tuvieron un papel fundamental en la vida del genio. Y no cabe duda de que las notas emitidas por el violín de su padre debieron favorecer su desarrollo neurológico mientras la estimulación de su madre durante el embarazo con serenatas y canciones conformaron un buen caldo de cultivo para que desde muy temprana edad -intérprete excepcional desde los cuatro años, compuso su primera obra a los seis- se desarrollaran sus increíbles facultades creativas. Dicen sus biógrafos que era capaz de "oír" una sinfonía antes de transcribirla al papel y que imaginaba una mientras escribía otra. Además, mantuvo durante toda su vida un carácter infantil e ingenuo que nos lleva a pensar en la existencia de una conexión directa entre inocencia y creatividad. Es más, probablemente esa faceta tan marcada de su personalidad sea la clave para entender el efecto que su música ejerce sobre los seres humanos en general y los niños en particular.
Al fin y al cabo, los niños "saben" mejor que nadie qué tipo de música es la más adecuada a su desarrollo integral y Mozart parecía ser ese niño grande que gustaba de crear una música que sintonizara con la más profunda manifestación de su alma infantil.
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