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Curso de Musicoterapia aplicada a la Salud y Educación

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“EL ALIMENTO VOCAL QUE DA LA MADRE A SU HIJO ES TAN IMPORTANTE COMO SU LECHE, PARA EL DESARROLLO ITELECTUAL DEL NIÑO”
Alfred Tomatis

1.- PRINCIPALES TRABAJOS DE INVESTIGACIÓN REALIZADOS EN MUSICOTERAPIA:

1.1.-La Musicoterapia en los Gerontes: una alternativa de salud

RESUMEN

El siguiente trabajo constituye el primer esfuerzo CIENTÍFICO orientado a la aplicación de técnicas musicoterapéuticas para contribuir a la salud física y mental de las personas de la tercera edad en Cuba. Se describen las diferentes técnicas, música e instrumentos utilizados en un total de 71 personas de entre 60 y 87 años, en un tratamiento de nueve meses con una frecuencia semanal y que culminó con una mejorías tanto de sus problemas de comunicación como de estados anímicos, entre otros logros. Trabajos similares se han realizado en diferentes partes del mundo y se ha demostrado que la Musicoterapia contribuye notoriamente a mejorar la calidad de vida del Adulto Mayor y sobre todo humaniza su tratamiento. Incluso se ha demostrado que en pacientes desahuciados y en Coma es de gran ayuda.

Palabras clave: Musicoterapia; Gerontes.

ABSTRACT

This paper represents a first effort seeking an improvement of elderly people’s physical and mental health through musical therapy in Cuba. It describes the different techniques, music, and instruments used in 71 cases of persons between 60 and 87 years old for a period of nine months. The treatment was applied once a week and helped to solve communication problems and to improve their state of mind, among other benefits.

Key words: Musical therapy; Elderly people.

INTRODUCCIÓN:

La vejez no es algo que esté allí afuera, fuera de nosotros, en el futuro, sino que es presente actual y que la llevamos dentro activamente”, señala Leopoldo Salvareza (cfr. Di Prinzo, 2001). En efecto, el envejecimiento es considerado como un proceso fisiológico que se inicia en el momento de la concepción y que se hace más evidente después de la madurez, produciéndose cambios cuya resultante es una limitación de la adaptabilidad del organismo a su entorno (cfr. Rocabruno y Prieto, 1992). Este proceso universal, irreversible y progresivo es el resultado de una serie de cambios morfológicos, fisiológicos, bioquímicos y psicológicos que el factor tiempo introduce en el ser vivo.

Al finalizar el siglo XX y arribar el XXI, 550 millones de personas tenían sesenta años o más de vida (De la Osa, 2001). Este fenómeno, que podría constituir un problema para algunos, para otros no es más que el resultado de una acertada aplicación de sus políticas sociales. En este sentido, el caso de Cuba, país con un 14% de la población de adultos mayores, es un ejemplo fehaciente. Resulta un indiscutible reto para todos los que se dedican a la atención de este sector de la población el hecho de que exista una reciprocidad entre el aumento imparable de la población de más de 60 años y el incremento de la calidad de vida. En 1950, 200 millones de personas en el mundo tenían más de sesenta y cinco años, y en los próximos cincuenta años podrían llegar a más de 1,041 millones, aunque su porcentaje variará en correspondencia con el nivel de desarrollo del país (se estima que un 14% corresponda a los países desarrollados, un 77% a los países en desarrollo y sólo un 9% a los países de bajo desarrollo (Cabrera, 2001). En el caso particular de Latinoamérica, según proyecciones de la Organización de las Naciones Unidas (De la Osa, 2001; Parlamento Latinoamericano, 1996), en 2050 Cuba estará al frente con un 33% de su población mayor de 60 años, seguida de Uruguay (con 25%), Chile y Panamá, y esto sin tomar en cuenta que, según reportes de Partida (2001), “la población de 65 años o más prevista para mediados del presente siglo es de tal magnitud que equivale a casi to-dos los habitantes de toda América Central en la actualidad” (p. 6). Existen países, como es el caso de México, cuyos montos se estima se multiplicarán casi siete veces al aumentar de 4.8 a 32.4 millones, o sea que dentro de 50 años se espera que uno de cada cuatro mexicanos pertenezca a la tercera edad (Partida, 2001). Estas cifras, lejos de sobresaltar, constituyen un llamado a la cooperación de todos a favor del aumento de la calidad de vida de los adultos mayores.

Tal realidad que se vive a diario revela que se hace cada vez más necesaria la toma de medidas (entiéndase programas, estrategias, políticas, lineamientos, proyectos) que favorezcan el bienestar biopsicosocial de las personas de más edad. En otros países ―principalmente en los desarrollados, donde la esperanza de vida es alta y el aumento creciente de la población mayor de seis décadas demanda cada vez más de atención priorizada―, se emplean alternativas “saludables” que propician una mejor calidad de vida. En este sentido, la utilización de técnicas con música, al igual que otras manifestaciones del arte, ha constituido una herramienta terapéutica de vital importancia, ya que, como expresara la musicoterapeuta Ruth Bright (1993), puede ofrecer alivio y fortaleza, y ayudar a que los ancianos enfrenten el futuro con cierto optimismo o aceptación.

En la actualidad, cuando aún falta mucho para satisfacer las necesidades psicológicas de la creciente población de adultos mayores, la musicoterapia, como tratamiento que emplea el uso controlado de la música y sus elementos (Munro y Mount, 1978), les ofrece soluciones a problemas de salud que en muchas ocasiones, por el futuro incierto implicado, no se tratan de la mejor manera posible; basta con citar a los enfermos mentales crónicos, los que sufren demencias, secuelas por accidentes vasculares encefálicos (AVE), estados terminales y síndrome de Down, entre otros.

Es muy gratificante para quienes se dedican a la prevención, la promoción y la recuperación de la salud de ese tipo de personas ―a quienes se consideraba en algún momento como incurables―, apreciar su rehabilitación física y mental y su reinserción en la sociedad. Esta experiencia es en extremo satisfactoria cuando se logra que a través de la música los adultos mayores evoquen experiencias de su infancia y juventud; se despojen de sus duelos, temores y frustraciones; fomenten sus relaciones interpersonales; disminuyan o alivien sus ansiedades y estados depresivos, y, sobre todo, descubran los usufructos que les proporciona haber llegado a la tercera edad.

Es un hecho comprobado que la musicoterapia en los gerontes puede contribuir al retardo del deterioro de las facultades físicas y mentales, propiciar la resocialización del anciano marginado al relacionarse con personas de su misma generación, proporcionar la recuperación psicológica y aumentar la autoestima, ya que pueden descubrir que, a pesar de los años, hay habilidades y conocimientos que aún pueden adquirir, como componer o interpretar música, tal y como ha sido constatado desde hace varios años por autores como Winkelmayer (1968), Boxberger y Cotter (1968), Tombs (1968) y, más tarde, Brigth (1993). Es ne-cesario mencionar al respecto el interesante trabajo desarrollado por Leao y Negreiros (1994) en la Casa Sao Luis para Ancianos de Rio de Janeiro, Brasil, en un intento por considerar al anciano en su individualidad, rescatando su memoria musical y valorizando su historia de vida. Un ejemplo más es el proyecto de investigación denominado “Operación Jubilación” (Bright, 1993), que se llevó a cabo en la Universidad de Queensland, Australia, y cuyo objetivo fundamental consistía en investigar la capacidad de aprendizaje de personas entre 70 y 95 años. Pese a que su objetivo principal consistía en el aprendizaje de un segundo idioma (el alemán) y de un instrumento musical (la flauta), los resultados arrojaron que, además de aprender a tocar el instrumento y adquirir nuevas habilidades, se desarrollaron nuevas relaciones so-ciales en el contexto de la actividad.

Recientemente se expuso en Vitoria Gastéis, España (cfr. Aldridge, 2001) la potencialidad con que contaban distintas terapias artísticas creativas en el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas, en especial de la demencia, la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Parkinson, la esclerosis múltiple y la enfermedad de Huntington. Estos padecimientos muestran como factor común el deterioro pregresivo, la pérdida de integridad física, la deficiencia en la capacidad cognitiva y la pérdida de coherencia emocional, con el consiguiente aislamiento social que acarrean. Aldridge (2001) ha expuesto detalladamente cómo diferentes autores han investigado los efectos de los tratamientos de terapia musical de la demencia, de forma que la música y la terapia musical sirven de actuación “para mantener y mejorar [su] participación activa, las habilidades cognitivas, emocionales y sociales”, constituyéndose así en “un importante acercamiento potencial no farmacológico” (p. 14), aunque aún adolezca de la experimentación necesaria que lo demuestre clínicamente.

 

La musicoterapia en los gerontes, además de fomentar y desarrollar la comunicación, ayuda a conservar la estabilidad emocional ante hechos tales como la pérdida de familiares y amigos, evitando la aparición de cuadros depresivos y retardando la evolución de procesos demenciales; posibilita la auto expresión y la integración social, al tiempo que contribuye a una actitud tolerante ante los hechos de la vida (Vidret, 1996); previene además los trastornos músculo-esqueléticos a través de la danza y la euritmia; desarrolla la creatividad cuando los ancianos logran musicalizar textos de canciones o escribir poemas, y es asimismo un medio importante para llenar vacíos (por ejemplo, el contacto con los niños les permite brindar sus experiencias al enseñarles bailes y canciones folclóricas). Cantar en un coro o tocar en una orquesta con los más jóvenes son actividades que están por encima de las diferencias generacionales.

Las sesiones de musicoterapia constituyen un espacio de entretenimiento y recreación para contrarrestar la soledad y prevenir los trastornos emocionales a través del baile, los juegos musicales, la organización de concursos de canto y baile entre otros (Gaertner, 1996). La música estimula la memoria de corto y largo plazo (Fernández, Pérez y Cádiz, 1998; Leao y Negreiros, 1994), reduce la confusión y aumenta la retención de información. Se ha comprobado que pacientes aquejados del mal de Alzheimer recordaron mucho mejor las palabras cantadas que las no cantadas, e incluso mejor que las pronunciadas sólo marcando un ritmo (Ochman y Lagunilla, 1998).

La música puede ayudar a aliviar tensiones que existan entre los miembros de una pareja al escuchar y disfrutar canciones que recuerden momentos de bienestar y armonía, lo que ayuda a restablecer la comunicación entre ambos. Tal es el ca-so de una señora de 73 años, con enfermedad de Alzheimer desde los 63, quien respondió positivamente a la música que le resultaba familiar al bailar el vals de aniversario de bodas con su esposo, logrando movimientos rítmicos y flexibles; pero lo más gratificante fue que logró decir algunas palabras, algo muy diferente a lo habitual, que no pasaba de ser un balbuceo (Bright, 1993).

Por lo anteriormente descrito, surgió la propuesta de desarrollar un programa de musicoterapia para el adulto mayor en Cuba, sumándose así a los esfuerzos previos por desarrollar esta técnica en otras áreas, como su empleo en el tratamiento de hemodiálisis (Verdes y Fernández, 1992), niños con trastornos de conducta (Álvarez, Cordeiro y Fernández, 1992), adolescentes con desajustes sociales (Presmanes y Fernández, 1992), pacientes con ansiedad patológica (Fernández, Torres y Virués, 1995) y como técnica sedativa (Fernández, Cádiz y Fajardo, 2000). En este caso, los objetivos específicos del trabajo fueron los de prevenir los trastornos emocionales que conlleva el envejecimiento, fomentar la comunicación y las relaciones interpersonales evitando el aislamiento y la soledad, retardar el deterioro psicobiológico que sufre el ser humano en esta etapa de la vida y brindar un espacio de entretenimiento y recreación para propiciar una mayor calidad de vida.

MÉTODO:

Sujetos

El grupo estuvo compuesto por 71 personas (57 mujeres y 14 hombres) de 60 a 87 años de edad, con una escolaridad que osciló entre quinto grado de primaria hasta el nivel universitario, con la siguiente distribución: 10 universitarios, 13 bachilleres (preuniversitarios), 4 de décimo grado, 21 de noveno, 3 de séptimo, 14 de sexto y 6 de quinto. Es necesario recordar que el nivel de educación en las edades avanzadas suele estar reflejando la sobrevivencia de generaciones nacidas antes de 1959 y que no experimentaron el nivel de educación alcanzado actualmente gracias al sistema de educación vigente.

Como características psicológicas, si bien ninguno presentaba trastornos severos, se apreciaba en la gran mayoría problemas de comunicación y de relación con la familia, acompañados de sentimientos de soledad, desinterés, abatimiento, agresividad y pocas posibilidades de recreación (todo ello constatado a partir de entrevistas individuales y del test biopsicosocial). Desde el punto de vista físico (tal y como se confirmó en la historia clínica individual), existían trastornos tales como hipertensión arterial, diabetes mellitus, cardiopatía isquémica, úlcera péptica y artropatías.

 

En este sentido, es de señalarse que la aparición de algunas de tales enfermedades en este período de la vida muestran similitudes con reportes que aparecen en otros países, al menos de Latinoamérica. En México, por poner un ejemplo, se constató que las cinco primeras causas de muerte de las personas de más de 64 años durante 1999 fueron la diabetes, el infarto, las enfermedades pulmonares, la insuficiencia cardiaca y las neumonías. Si bien entre los 65 y 69 años la diabetes fue la primera causa de muerte, el infarto lo fue entre las personas de 85 años y más (Ordorica, 2001). Por otro lado, da-tos como los concernientes al grado de demencia y depresión, esperado en estas edades, se desconocen por no contarse con un adecuado registro de las afecciones que no sean causa de muerte o de ingreso hospitalario (Gutiérrez, 2001).

Instrumentos

Al efecto, se emplearon los siguientes instrumentos:

  • Entrevista social y observación directa para descartar patologías severas.
  • Historia clínica, con vistas a llevar un control de las patologías de tipo físico, tratamiento, medicación y evolución con relación al tratamiento.
  • Test Biopsicosocial, desarrollado por Oliva en 1999 para los efectos de esta experiencia. Persigue recoger los elementos fundamentales de ti-po psicológico y físico que se deseaba medir en el estudio.
  • Test de Musicoterapia (cfr. Posh, 1999), para explorar los gustos musicales y proceder así en el tratamiento musical con cada paciente.

Técnicas:

Audición musical con sus modalidades de expresión verbal, escrita (en prosa y verso) y plástica (pintura). Se propone al paciente escuchar música, tanto dirigida que de su gusto personal, con el objetivo de estimular la imaginación y la creatividad y provocar recuerdos, imágenes y fantasías. Tiene varias modalidades: expresión plástica, oral y escrita.

Improvisación musical, según modelo de Bruccia (cfr. Posh, 1999). Implica expresarse espontánea, libre y creativamente a través de cualquier instrumento musical, de la propia voz (canto) o del propio cuerpo (danza).

Técnica de viajes musicales de Cid (cfr. Posh, 1999). Se plantea al paciente viajar imaginariamente a diversos países o lugares con ayuda de carteles o postales alusivas a la música descriptiva de cada lugar indicado, con el apoyo adicional de poesías o descripciones poéticas. Ayuda al paciente a evadirse (salir de sí mismo) recordando experiencias positivas y regresar a la realidad con un espíritu más positivo.

Canto, ya sea a través de la improvisación musical antes descrita o a través del diálogo musical. Consiste en intercambios de secuencias musicales improvisadas entre dos o más personas, quienes pueden expresar una pregunta, aseveración, admiración, negación, duda, odio o amor.

Danza terapia. Consiste en expresar a través del movimiento del cuerpo, el ritmo, melodías o canciones que escuchan o cantan ellos mismos.

Técnica de relajación de Schultz con fondo musical a fin de lograr estados de sedación en las sesiones, y también para enseñar a los sujetos su uso paralelo con la aplicación de músicas sedantes y su uso ulterior de forma individual.

Música utilizada :

Con independencia de las piezas específicas tomadas en cuenta según la patología y gustos individuales (ver ejemplos en Resultados), el tratamiento incluyó piezas de música de diversos géneros: música clásica cubana (piezas de Cervantes, Saumell, Lecuona), música popular cubana (danzón, cha-cha-chá, mambo, bolero) y música clásica internacional (Mozart, Beethoven, Debussy, Bach, Chopin, Vivaldi).

Instrumentos musicales:

Se utilizaron fundamentalmente piano, claves, maracas, bongoes, guitarra y tumbadora. Por otro lado, para la reproducción de la música grabada, se utilizaron equipos de música de casetes y tocadiscos. Asimismo, para el canto colectivo se usaron en ocasiones algunos cancioneros.

Procedimiento :

Las sesiones, de una hora de duración, se desarrollaron con una frecuencia semanal en un local con condiciones adecuadas de iluminación, acústica y ventilación.

Los grupos se dividieron en siete subgrupos, en su mayoría compuestos por diez personas de ambos sexos, que recibieron al final entre 12 a 14 sesiones. Al inicio se recogía toda la información necesaria, tanto de carácter físico como psicosocial, a través de las entrevistas y revisión de la historia clínica. También se les aplicó el test de musicoterapia de Poch (1999). La entrevista individual y el test biopsicosocial se repitieron al finalizar las sesiones de tratamiento.

Las sesiones comprendieron las técnicas activas y pasivas antes descritas, en el entendido de que el cantar, tocar, improvisar y escuchar son actividades musicales que se emplean con fines terapéuticos y se determinan a través de las características individuales manifiestas en las pruebas previamente realizadas.

El tiempo de tratamiento fue de nueve meses para todos los grupos, entre los cuales se apreció muy baja deserción (cinco mujeres y dos hombres), que abandonaron el tratamiento por razones de traslado de domicilio, viajes y, en un caso, intervención quirúrgica.

RESULTADOS :

De la aplicación del Test Biopsicosocial al inicio y al final del tratamiento, se obtuvieron los resultados que se muestran en la Tabla 1 ejemplificados en cada caso por el número de pacientes.

Tabla 1. Cambios observados en los pacientes posteriores al tratamiento.

Variables

Antes del tratamiento

Después del tratamiento

Características personológicas :
Pesimismo
Agresividad
Poca comunicación
Desinterés
Tristeza
Escasa relación familiar (comunicación)
Soledad
Recreación


18
15
33
20
24
50
53
10


7
3
10
4
3
32
3
42

Utilización de los procedimientos musicoterapéuticos en relación con los síntomas más frecuentes del grupo.

Con independencia del trato personalizado con el que se orientó el tratamiento en su conjunto, en el cual hasta los ejercicios de caldeamiento usados al inicio de cada sesión tenían como base los gustos musicales de cada sujeto, sus recuerdos de la infancia y otros datos extraídos del test musical para aclimatarlos a las sesiones, los mismos tenían elementos comunes orientados de acuerdo a las patologías más frecuentes encontradas en los grupos, del modo como se ilustra abajo.

Pesimistas:

Tomando en cuenta las características de bajo o nulo deseo de socialización, retraimiento e imposibilidad de visualizar con esperanza el futuro como rasgos comunes en este tipo de pacientes, el tratamiento musical estuvo sustentado en juegos musicales de participación e interacción de grupo. Se utilizó la técnica de audición musical (evocación) en sus modalidades de expresión oral y escrita.

Los principales temas utilizados, dentro del ámbito internacional fueron, a saber: Nocturnos de Chopin, Serenata No. 13 en sol mayor de Mozart, Sexta Sinfonía (“Pastoral”) y sonata Claro de Luna de Beethoven. De los clásicos cubanos, Los tres golpes y La camagueyana, de Ignacio Cervantes, y Danza Lucumí, así como Estás en mi corazón, de Ernesto Lecuona. También se utilizó la técnica de improvisación musical con el objetivo de propiciar la creatividad y fomentar la libertad interior.

Agresivos:

Las personas agresivas necesitan una canalización adecuada de sus impulsos y sentimientos reprimidos. Por lo tanto, el tratamiento en estos casos se basó en juegos interactivos donde pudieran liberar tensiones. También se aplicaron ejercicios de relajación utilizando el método de Shultz, con un fondo musical de canciones de Vangelis y de Enya. La técnica de audición musical fue empleada a través de la modalidad de expresión plástica. Para ello, se ponía de fondo la sonata Claro de Luna y la Sexta Sinfonía de Beethoven, así como las composiciones cubanas Fiebre de ti, de Juan Arrondo, Te quedarás, de Alberto Barreto, y Ahora soy tan feliz, de Benny Moré.

La improvisación musical, por último, propició la descarga de impulsos internos a través del uso de instrumentos de percusión, como tumbadoras y bongoes.

Desinteresados, tristes y poco comunicativos:

Para aquellos agrupados en estas categorías, se comenzaban las sesiones con juegos interactivos que necesitaran de la comunicación verbal entre los miembros del grupo (por ejemplo, la presentación musical a través de los nombres cantados de uno hacia el otro).

La técnica de los viajes musicales resultó de mucha ayuda en la expresión verbal, así como la danza terapia en la expresión corporal. Para esta última se empleó la música de danzones y sones cubanos. El canto sirvió a los sujetos como medio de auto expresión, y el diálogo musical contribuyó al intercambio y motivación de los integrantes del grupo terapéutico.

 

 

 
 
 
 
   
 
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