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A continuación, y desde la información recogida en el corpus tomista, intenta-remos determinar la esencia del placer. Es evidente que estamos hablando de un ele-mento de carácter natural, que remite directamente al bien aprehendido por un senti-do . Sin embargo, aunque es cierto que, por ejemplo, la vista se complace cuando con-templa un objeto bello, también existe otro tipo de placer, de naturaleza intelectual, que es mejor que el sensible, porque no tiene que expulsar ninguna tristeza contraria . La diferencia fundamental entre ambos tipos de deleite reside en que los placeres sensibles siempre se producen con movimiento y, en cambio, los placeres espirituales se dan sin movimiento, y son más perfectos porque aprehenden más correctamente su objeto pro-pio . Leer siempre es recomendable, sin embargo, el goloso esconde bajo su necesidad de comer otros problemas como la ansiedad.
Para Tomás de Aquino "el gozo y el placer es alguna quietud de la voluntad en lo querido ". Es decir, cuando el ser humano alcanza el bien deseado percibe una sen-sación de calma. En este sentido se afirma que "el placer responde a la concupiscencia y el gozo responde al deseo" . Sin embargo, asumiendo que nuestra naturaleza es muda-ble, es evidente que, mientras estamos en este mundo no se aquieta enteramente en no-sotros el movimiento del deseo. Sin embargo, con la felicidad plena de la vida futura ya no deseamos nada más . La razón de esta propuesta radica en el hecho de que no hay ninguna cosa material que colme nuestros deseos ni nuestras expectativas. La prueba de ello radica en que siempre estamos embarcados en nuevos proyectos y persiguiendo nuevas metas. No obstante, cuando el ser humano descansa en la plenitud del amor de Dios, ya no quiere otra cosa distinta.
El dominico escribe que la voluntad puede complacerse en algo doblemente :
a) El hombre se complace en el fin último (causa final). Por ejemplo, alguien se com-place en la medicina, porque es el medio para alcanzar la salud. La salud sería el fin, y la medicina el medio. Con este ejemplo se ve que, a veces, para alcanzar un placer, pre-viamente, debemos pasar por el dolor. Del mismo modo, en el nivel intelectual, quien aprueba unas oposiciones siente una gran felicidad que es posterior al nerviosismo que tuvo en el momento de aprobar el examen.
b) El ser humano también puede complacerse en aquello que es como la causa formal; así, podemos complacernos en todo aquello que es deseable según su forma. Un ejem-plo de Tomás de Aquino es que el hombre debe complacerse en Dios por sí mismo. A este respecto escribe: "nos complacemos en aquello que naturalmente deseamos según la razón ". Precisamente ahí radica la diferencia entre el hombre y los animales; mien-tras que éstos últimos sólo sienten placer, por el contrario, el hombre también goza de algunos de esos placeres. La diferencia fundamental entre el hombre y los animales es que el ser humano reflexiona sobre la finalidad de sus propios actos.
S. Theol., II-II, qu. 58, ar. 9, ra. 1.
Cfr. In III Sent., qu. 33, ar. 3, 2, b, co.
In Ethic., lb. 7, lc. 11, n. 8.
Cfr. S. Theol., II-II, qu. 138, ar. 2, ra. 2.
San Buenaventura, In Sententiarum, lib. IV, vol. IV, 136.
S.C. Gentes, lb 1, cp. 90, n. 6.
S.C. Gentes, lb 1, cp. 90, n. 3.
In Ethic., lb. 7, lc. 14, n. 18.
In Ethic., lb. 7, lc. 14, n. 20. Cfr. sobre el deleite: Massara, L., "La delectatio dans la Psychologie de saint Thomas d'Aquin", Archives de Philosophie, 32 (1969) 639-663.
S.C. Gentes, lb 1, cp. 90, n. 3.
S. Theol., I-II, qu. 31, ar. 3, ra. 2.
S. Theol., II-II, qu. 28, ar. 3, co.
Cfr. S. Theol., I-II, qu. 70, ar. 1, ra. 2.
S. Theol, qu. 31, ar. 3, co.
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