Cuando usted comienza a dar presentaciones, y más aún si es su primera vez en el tema, tenderá a preocuparse por sus movimientos en el escenario.
Muchas veces habrá escuchado que lo mejor es permanecer rígido cuando usted da un discurso, y por otro lado habrá escuchado también que es bueno moverse.
En realidad eso dependerá únicamente de lo que usted sienta, de cómo esté más cómodo.
Si se mantiene parado adopte una posición cómoda y no de absoluta rigidez. De este modo le demostrará a la audiencia que usted está confiado en sus dichos. La mejor postura para dar esta impresión –y también la más cómoda- es con el cuerpo recto y mirando a la audiencia, las piernas ligeramente separadas y los dedos gordos de los pies apuntando levemente hacia afuera.
Cuando esté parado y quieto frente al público, apoye el peso sobre sus piernas en forma uniforme. La inclinación hacia un lado da imagen de aburrimiento y desinterés en lo que está haciendo.
Siempre tenga en cuenta que todos lo puedan ver, sobre todo cuando dice cosas relevantes. No se pare delante de una luz intensa porque el público lo verá como una silueta negra.
No se siente mientras habla ya que seguramente habrá personas que no lo tengan a la vista, ya sea por estar lejos o porque alguien que se haya sentado delante de ellos no le permite divisarlo.
Trate de no inclinarse contra el atril o escritorio, apoyando sus brazos en él. De ese modo parecerá cansado y la gente lo notará de inmediato. Si hay un atril, párese al lado, y no detrás.
Tampoco debe sentarse en el escritorio, para no dar la impresión de pensar que usted es más importante e inteligente que la audiencia. Siempre mantenga una cierta postura de firmeza, para afirmar, valga la redundancia, su discurso.
Igualmente, no hay una “formula” para lograr la postura adecuada. Siempre tenga en cuenta que su postura debe ser congruente con su discurso y con su tono al hablar.
En resumen, si usted no está cómodo haciendo algo no lo haga. Actúe como lo hace habitualmente. Si por ejemplo mueve mucho las manos al hablar cotidianamente hágalo. Si no las utiliza demasiado, no las mueva entonces durante una presentación. Mientras más seguro esté usted de sus movimientos más segura estará la gente de sus dichos.
Una buena opción antes de encarar una presentación es practicar. Usted se preguntará ¿cómo hago para que la gente se sienta cómoda y no vea que con mis movimientos me siento nervioso? Para esto procure ensayar frente a un espejo.
Diga todo lo que tiene previsto y mírese como si usted fuera el público. Así se dará cuenta de lo que tiene que modificar -o no- de sus movimientos.
Una presentación no es una formación militar. Evite pararse con los pies firmes y las manos detrás de la espalda. Es una postura demasiado formal, lo hará parecer tenso, y pone una distancia que impide la comunicación deseable con el público.
Tampoco es un partido de fútbol en el que a usted le toca estar en la barrera. No se pare tomándose las manos por delante, pues además de ser una postura incómoda dará la impresión de que está a la defensiva y alejará emocionalmente a la audiencia de usted.
También es una postura defensiva y que pone barreras con los demás pararse con los brazos cruzados sobre el pecho o el abdomen.
Otro consejo es no poner las manos en los bolsillos. Esto le dará un aspecto de desprolijidad y despreocupación ante el tema que va a tratar.
Si las puso en los bolsillos sin darse cuenta, manténgalas quietas y no juguetee con nada que tenga en los bolsillos. Luego sáquelas lentamente y en un momento en que tenga que utilizas las manos para algo (señalar algo en la pantalla, por ejemplo).
Tampoco tenga las manos en las caderas. La gente notará un cierto aire de arrogancia y falsedad en su persona.
Y si usted está acostumbrado a frotarse las manos mientras habla, trate de cambiar esa costumbre, ya que parecerá que todo lo que dice es mentira, además de provocar rechazo.
La mirada
Como hemos dicho anteriormente lo más importante es el contacto visual con el público.
Siempre tenga en cuenta mirar a la audiencia, pero sabiendo que no debe fijar su mirada más de tres o cuatro segundos en una misma persona. Vaya moviendo la vista con frecuencia y eligiendo al azar sus “blancos”.
Lo mejor es la variación y no fijarse sólo en una sola persona -o dos- durante toda la presentación, ni parecer que está constantemente escudriñando a los presentes.
Otra opción es mirar a “todos”. ¿Cómo se logra esto? Obviamente es difícil no fijarse en una sola persona ya que es lo primero que a cualquier ser humano le llama la atención. Pero con la práctica logrará poder mirar a todo el público a la vez.
Esto se debe a que los seres humanos tienen una vista en abanico, que produce el llamado “efecto aura”.
En efecto, el campo visual se abra como si fuera un abanico a medida que la mirada se aleja, ampliándose hacia los cuatro costados del foco de su mirada (la persona a la que usted está mirando en un momento determinado).
Por ello, cuando usted mira a una persona, las que están a su alrededor creerán que las está mirando a ellas. Y cuando más lejos mire el orador, más serán las personas que piensen que las está mirando a ellas.
Muchas veces también es bueno romper por algunos instantes el contacto visual con el público, por ejemplo para descomprimir un poco una situación, o para pedir al público que piense o se concentre en algo por unos instantes.
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