Otra manera de perder el temor y lograr buenas presentaciones es tomar como ejemplo a las personas que usted admira ya sea en la vida diaria o dentro de la empresa y ponerse en su lugar, para establecer cómo resolvería esa situación si fuera esa persona (sobre todo si es un buen presentador, o un buen orador).
Sépalo, el público es su amigo
La audiencia estará allí generalmente porque tendrá interés en lo que usted dice, y querrá oír todo lo que exprese. Por eso, querrá que lo haga bien. No piense en una audiencia como algún tipo de bloque hostil sin humanidad, piensa en ella simplemente como lo que son: un grupo de personas como usted.
Intente hacer un contacto visual con una persona a la vez, hablándole personalmente a ella, sin pensar en ese momento en los demás. Trate, si la situación lo permite, de incluir y hacer participar a su audiencia para utilizar sus respuestas como guía en su discurso.
Nadie se ha muerto por hablar en público
¿Ha oído alguna de vez de alguien que agonice en el podio? Nosotros no. Y usted tampoco vomitará, perderá sus pantalones, se olvidará su nombre o se volverá mudo. Estas son todas cosas que frecuentemente fantasea cualquier persona que, sin experiencia, tiene que hablar ante un grupo de gente. El futbolista argentino Jorge Valdano lo describía como “miedo escénico”. El mismo es perfectamente normal, pero es sólo eso, un temor, y no una realidad.
Usted es el mejor
Lo último es estar muy seguro de sí mismo. Saber que la presentación será un éxito. Convencerse de que uno es el mejor orador en ese momento dado y que conquistará a la audiencia con sus palabras.
Temblores pre-discurso
Si pese a todo antes de dar nuestro discurso nos sentimos como en medio de un terremoto y no podemos dejar de temblar, si los nervios nos superan y ponen nuestra mente en blanco, tratemos de seguir un par de ideas que nos pueden ayudar a evitar el nerviosismo extremo de la situación.
Por un lado, evitemos la cafeína tanto como sea posible en las horas previas al momento en que tenemos que hablar en publico. La cafeína es un estimulante menor y todos sabemos el tipo de efecto que tiene en el organismo del ser humano. Por lo tanto, tratemos de evitar el café, el té, las gaseosas y toda bebida con cafeína. Es mucho mejor tomar agua o jugo.
Y, por otro lado, olvidémonos de nuestro discurso tanto como sea posible (totalmente, si esta en nuestro poder) en los momentos previos al gran momento. Esto calmara nuestros nervios y, si realmente nos hemos preparado a conciencia y sabemos lo que tenemos que hacer y decir, en el momento de dar el discurso todo volverá a nuestra cabeza y no tendremos ningún problema.
Estoy nervioso, ¿lo confieso públicamente?
Hay quienes recomiendan admitir en público “Sí, estoy nervioso,” como una manera de descargar la tensión.
Pero, ¿no sería mejor dar una imagen profesional cada vez que enfrenta al mundo, aún cuando sus rodillas estén temblando?.
Además, su audiencia tiene el derecho de esperar que usted enfoque el asunto con claridad y seguridad.
Cuando se encuentre ofreciendo una conferencia, tenga en claro que las audiencias están pagando, al menos, con su tiempo. Probablemente pasen por alto si su voz tiembla un poco. Lo que quieren es información sólida y un poco de inspiración.
Lo peor no son los oradores que se muestran nerviosos, sino los que dicen “Tengo que disculparme, pero no he tenido tiempo de revisar este punto...” Asimismo, suelen perder credibilidad cuando hacen bromas acerca de su propia falta de conocimiento o del grado de somnolencia del público.
En suma
Hablar en público no es una ciencia de expertos, ni un don de unos pocos. Si sigue estos puntos, práctica, y empieza a desterrar los temores, verá que será muy fácil, y que el público al que le hable lo ayudará y le dará confianza. Para ese entonces, seguramente descubrirá que ser un disertante puede ser algo muy satisfactorio.
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