Existe una frase muy conocida en el mundo de los negocios y que se ha convertido en verdad universal, casi en mandamiento: “el cliente siempre tiene la razón”.

Cuando nos toca hacer una presentación, esta frase debe ser la primera que nos venga a la mente, ya que lo principal no está en la información que damos sino en cómo la damos y en las expectativas que creamos en nuestro auditorio.

Por ejemplo, podemos armar una presentación que contenga todos los datos específicos pero si la hacemos poco atractiva para el público que nos fue a escuchar, entonces no servirá de nada.

¿Quién nos escuchará?

Lo principal es concentrarse en la audiencia que uno va a tener en una presentación. Para eso es esencial responder algunas preguntas:

• ¿Quién irá a la misma?
• ¿Sirve de algo mostrar datos estadísticos? ¿Le interesa eso a la gente?
• ¿Saben del tema los que asisten a la presentación? Y en ese caso, ¿cuánto saben sobre el mismo?
• ¿Son “inteligentes”? (¡¡ nunca cometa el error de dirigirse a una audiencia en forma condescendiente !!)
• ¿Qué esperan de uno?
• ¿Cómo debo presentar el material para lograr la mejor respuesta posible?
• ¿Debo dar paso al debate y a las preguntas?
• ¿Vienen voluntariamente, o por obligación?
• ¿Cómo piensan que estarán predispuestos hacia usted y el tema de la presentación?
• ¿Lo entenderán si usa un lenguaje técnico?

Luego de responder todas estas preguntas usted se sentirá mucho más cómodo al preparar su presentación, ya que en su mente tendrá la información del público que lo va a escuchar.

Hacerse entender

Otro factor importante es hacernos entender. No siempre en una comunicación verbal todos entienden lo mismo, y puede haber una gran distancia entre lo que quiso decir, lo que dijo realmente, lo que el otro escucha, y lo que interpreta de lo que escuchó.

Muchas veces una misma palabra puede tener significados dispares para varias personas. Por eso lo mejor es ahondar en detalles sobre lo que usted dice y no dejar espacio para la duda, pues por lo general tendemos a presuponer que el significado de las palabras es instantánea y universalmente claro, mientras que en la realidad el lenguaje cotidiano da muchas cosas por supuestas y sujetas a la interpretación del que escucha.

En la presentación debe quedar todo claro. Si algo queda como poco claro lo mejor es dejar que la gente haga preguntas para que usted pueda aclarar las dudas que tengan.

Por eso es también muy importante saber si el público que lo va a escuchar está informado o no sobre lo que usted dirá. A veces se torna agobiante que usted repita cosas que el público ya sabe de antemano, con lo que la presentación se torna monótona y aburrida.