La principal herramienta del orador es la palabra. Por eso lo mejor es aprender a utilizarla.
Como todos saben el lenguaje a veces es muy ambiguo. Algunos ejemplos:
• Sustantivos indefinidos: Cuando -por ejemplo- nos referimos a la palabra “transporte” se debería especificar a qué transporte nos referimos, un auto, un avión, un tren, etc. Debemos ser específicos en lo que decimos.
• Verbos indefinidos: Al igual que los sustantivos, se debe especificar bien las acciones que describimos.
• Comparaciones indefinidas: “nuestro producto es mejor”. Se debe especificar mejor que quién, con respecto a qué producto, etc.
• Reglas preestablecidas: “hacer algo de esta manera”. ¿Por qué? ¿Quién dispone que sea así?
• Citar sin especificar la fuente: En muchos casos damos citas externas sin especificar quién lo dice. Es preciso hacerlo para darle validez a lo dicho.
Mientras más específico sea uno en la presentación, más contenta estará la gente que asista y más claros quedarán sus conocimientos. Sobre todo, trate de ser lo más descriptivo posible en sus explicaciones, y revise sus notas y “ayuda memoria” para asegurarse de que cumplan estas recomendaciones.
De todos modos, a veces la ambigüedad es buena, si lo que queremos es hacer una presentación más creativa, que favorezca la participación de la audiencia y deje que nuestro público dé rienda suelta a sus pensamientos. Siempre dependerá del tema a tratar, y de cuáles sean sus objetivos.
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