Consejo número 1:
El escenario es una ayuda
Este es el primer paso que podemos dar para que nuestra presentación sea mucho más graciosa de lo habitual: utilizar el ambiente que nos rodea en nuestro favor. Lo mejor de esto es que no necesitamos que el público ya este presente para poder empezar a trabajar en este área, sino que es algo que preparamos mucho antes de que la audiencia realmente entre al lugar de reunión.
La forma en que presentamos el ambiente da una pista inmediata para las personas que nos van a ver disertar de cómo deben predisponerse. Por lo tanto, si el ambiente lleva alguna reminiscencia humorística (no algo que haga reír, ni una escena sacada de una comedia, sino algo en los colores o la disposición que predisponga a la sonrisa), será mucho más sencillo que luego tomen los chistes de la forma correcta y sigan el juego de los mismos. Es simple de hacer y los beneficios son muchos.
Otra cosa que podemos hacer es utilizar algún tema musical para darle la bienvenida a las personas que van entrando a la sala (pasándolo una vez, obviamente, no cada vez que entra alguien, sino cuando se produce la entrada de la mayor masa de gente). Si es música alegre y que predisponga al buen humor, entonces ya estamos empezando a empujar a este grupo de personas en la dirección que deseamos.
Y, si no queremos tanto jugar con el ambiente (o, aún mejor, como parte de toda la predisposición) podemos agregar algún tipo de comentario jocoso o ligeramente fuera de lugar en los programas que repartamos. Puede ser algo gracioso en nuestra biografía, o un comentario sobre lo que le pasara a los que lleguen tarde, o cualquier cosa que se les ocurra que pueda servir para que un sonrisa se forme en quien lo lea. Por supuesto, no tiene que ser algo que pueda ser tomado en serio, ya que no cumpliría su cometido y hasta podría ser antiproductivo, en caso de ser algo que pueda ser interpretado de una forma un poco agresiva. Juguemos con la imaginación y veamos que se nos ocurre. Seguramente algo encontraremos que tenga que ver con nosotros y nuestra personalidad y que a su vez pueda ser interpretado como una demostración de buen humor.
Consejo número 2:
No nos tomemos demasiado en serio
Si queremos ser graciosos o hacer humor con el resto de las personas que están en la sala debemos estar más que dispuestos a dejar de lado el exceso de solemnidad y, principalmente, a hacer humor aún a costa de nosotros mismos. Así es, uno nunca dejarse de lado a sí mismo como posible víctima. La gente no se ofende con una persona que, más allá de hacer chistes con ellos, tampoco se toma a sí mismo demasiado en serio.
Una buena forma de hacerlo es hacer algún chiste a costa de nosotros mismos durante nuestra presentación o agregar algún objeto ligeramente fuera de lugar en nuestra vestimenta o en el lugar desde donde vamos a hablar. Algo que se note claramente que no es un error o una demostración de falta de sentido de la moda, sino que es una forma de señalar que la persona que esta hablando frente a la audiencia no es intocable.
Tampoco deberíamos exagerar con esto, ya que un exceso puede ser interpretado como un error y hacernos quedar en el mayor ridículo. Y una vez que hemos caído en el ridículo; una vez que la audiencia no nos toma en serio, pero no ya por una decisión personal para caer más simpáticos, sino porque nadie puede tomarse en serio a un hombre vestido con pantalones rosas y camisa de pirata verde, ya no tendremos forma de recuperarla. Tengamos moderación y hagamos las cosas en forma controlada y no deberíamos tener problemas tampoco con este consejo.
Hablar sobre alguno de nuestros éxitos como si fuesen fracasos o hacer una referencia directa a algo que nos haya salido mal en nuestra área de actividad (pero sin dejar de remarcar todo aquello en que nos ha ido más que bien) es una buena forma de llevar adelante este segundo paso.
|