Como ya dijimos, a la hora de una presentación, el público retiene en sus mentes más que nada la introducción y el final de la misma.
Nuestra tarea como oradores es poder elaborar un buen comienzo pero sobre todo una muy buena conclusión, ya que es lo que mejor recuerda cualquier ser humano presente en esa audiencia.
Un buen final hasta puede llegar a transformar a una presentación aburrida en genial. Y también lo contrario, un final malo puede arruinar una presentación que hasta ese momento había sido grandiosa.
Lo que debe intentar es cerrar la presentación con apuntes positivos, convencer al público presente de que ese tiempo realmente valió la pena y no fue perdido, dejarlos con las ganas de escuchar más o de poner en práctica lo que usted dijo.
Para esto primero debe tener bien definido cuál es el objetivo de dicha presentación. Por eso el final debe ser una especie de resumen de lo dicho anteriormente y responder las tres preguntas básicas que se fueron desarrollando a lo largo de la presentación:
- ¿Qué?
- ¿Cómo?
- ¿Cuándo?
Por eso es tan importante el final de su discurso. Muchas presentaciones fracasan por no tener un buen final (al igual que muchas ventas, por otra parte).
Error uno
Un error comúnmente cometido es el de “avisar” el final, que llega imprevistamente.
Por ejemplo usted sigue hablando de algún producto hasta que dice: “bueno, hasta aquí hemos llegado”. Eso es erróneo. Lo correcto debería ser que la culminación se dé por sí sola.
Al haber respondido las tres preguntas principales el que lo esté escuchando se dará cuenta que usted está cerrando la charla, sin necesidad de hacérselo saber directamente.
Una forma elegante de terminar es esperar preguntas del público. Al finalizar su discurso usted puede sentarse y esperar a que sus oyentes comiencen a preguntarle, o iniciar un debate para discutir sobre el tema.
Error dos
Otra forma errónea -muy común y en que muchos oradores caen-, es cuando comienzan a dar vueltas sobre el mismo eje sin darle un cierre total al tema.
Por ejemplo, avisan que van a terminar pero luego lo enganchan con algo que habían dicho antes y así sucesivamente, lo que vuelve al discurso confuso para el público, que al fin de cuentas termina sin entender nada de lo que usted dijo.
Este caso se da generalmente cuando el orador no tiene un discurso bien armado previamente, y en su lugar sólo tiene unos pocos apuntes que no están acompañados de un esquema mental claro y bien aprendido.
Acá se nota la importancia de preparar un buen discurso y dedicarle tiempo a la preparación. De lo contrario, quedará como un improvisado.
Error tres
Otro error muy común es preparar al público. Esto es, llegar a un momento que el orador le advierte al público que el final se acerca, con frases como: “Y finalmente...”, “Me gustaría que reflexionen sobre...” “En conclusión...”, etc.
De esta manera el publico sabrá lo que vendrá, y perderá toda capacidad de asombro.
Por eso, siempre tenga en cuenta que cuanto más trabajado esté su discurso previamente, más contento estará el público que lo vaya a escuchar.
Error cuatro
Es el que se da cuando aparecen frases como: “ Además me gustaría decir que...”, “Por otro lado...”, “Es preciso saber que...”, etc., que, en lugar de dar paso al final de la presentación, parecen iniciar una nueva.
Todo llega a su fin (comenzando por la capacidad de atención del público), así que evite caer en la tentación de volver a arrancar con ideas “de último momento”, por brillantes que le parezcan (salvo, claro, que sean imprescindibles para que la presentación sea exitosa, o para enmendar errores cometidos durante la misma).
Y entonces, ¿cómo cerrar la presentación?
Para hacer que una presentación termine de manera efectiva lo mejor son los resúmenes.
En casi todas las presentaciones hay información esencial que queda en el medio del discurso y que muchas veces pasa desapercibida entre toda la presentación.
Ante esto lo mejor es hacer un resumen con los puntos esenciales y vitales de lo que dijimos.
No es conveniente que usted diga: “Para ir resumiendo...” o “En resumen...” sino que lo mejor es comenzar directamente a señalar los puntos principales que usted abordó durante su discurso, comenzando por ejemplo con: “Como habrán visto, los problemas principales que se plantean en esta cuestión son (y aquí comienza a enumerar los problemas)”.
Y muchas veces conviene directamente enumerar todo lo que usted dijo para refrescar la memoria de su público.
Otra forma de lograr atraer al público es hacerles una propuesta concreta, o proponerles un reto.
Por ejemplo, al finalizar su discurso podría plantear un par de acciones concretas a realizar por el público luego de esa reunión. De esta manera al público le resultará más atractivo poner en práctica algo que usted dijo con palabras.
En este sentido, debe proponer acciones concretas que respondan a las preguntas implícitas “¿qué haremos?” o “¿qué podemos hacer”, y no meras generalizaciones con alto impacto emocional en el momento pero que luego dejarán frustrada a la audiencia.
También se puede incitar a la audiencia a que pase a la acción, y esto es mejor que el desafío o el reto cuando lo que se desea es llegar a un acuerdo o consenso sobre las medidas a tomar.
Para ello, simplemente resuma los argumentos a favor de las medidas propuestas, y defina claramente cuál debería ser el siguiente paso. Como se supone que durante su presentación usted ya trató, y refutó, los argumentos en contra, no es necesario que los incluya en el resumen del final.
Y si quiere cerrar su presentación con un toque más emotivo, puede terminarla con una un llamado a la acción potente, que quede grabada en la mente del auditorio, como por ejemplo: “Manos a la obra”, o “A ponerse en marcha”.
Muchas veces existen públicos que ante las frases mencionadas anteriormente se retraen. Por eso es importante analizar a su audiencia previamente, porque puede pasar que le toque un público más sensible.
En esos casos lo mejor es terminar con un dicho popular o un fragmento de algún poema o relato de algún autor conocido por la mayoría de la gente, que resuma el espíritu de su charla.
No es necesario que la cita tenga una relación explícita con el tema de la presentación, pero sí es importante que sea breve, directa y, en lo posible, “contundente”. Lo importante en este caso no es el tema de la presentación, sino el clima emocional que usted pretende crear con el cierre.
Hacer esto correctamente se logra, por lo general, sólo luego de tener varias presentaciones a cuestas. Pero es muy útil para hacer sentir confortable a su público, y los motivará a volverlo a escuchar cada vez que usted dé un discurso.
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