Hay que saber también cuándo es necesario terminar una presentación.
A veces hay quienes le asignan un tiempo de exposición que a usted le parece excesivo respecto a lo que tiene para decir.
No se desespere. Es mejor tener tiempo de más. Y no hace falta que usted llene su presentación de cosas que no le agregan valor a la misma.
Lo mejor es aprovechar ese tiempo de sobra para dar lugar a preguntas del público, establecer debates, mostrar ejemplos que usted no hubiera podido mostrar en un lapso más corto, etc.
Muchas veces el tiempo nos apremia. Y ahí es cuando el pánico comienza a invadirnos, comenzamos a transpirar y nuestros nervios comienzan a ser visibles para el público.
¿Qué es lo mejor en estos casos?
Un buen orador debe tener dos finales posibles preparados de antemano, pues ante cualquier intervención del público la charla se puede llegar a hacer más larga de lo que preveíamos.
Una pregunta muy extensa, algún chiste que pueda causar la risa de los espectadores y del que tarden un tiempo en reponerse, un debate que se extienda más de lo debido, etc., cualquier imprevisto puede suceder.
Por eso es bueno tener dos versiones de la conclusión: La primera será la ideal, donde usted se explaya el tiempo necesario para hacer su resumen; y la segunda una conclusión más breve, lo más acotada posible, en el caso de que no cuente con tiempo necesario para poder cerrar su presentación como lo hubiera deseado.
Es bueno tener los dos extremos preparados. Ser previsor significa ser un buen orador.
¿Cuánto debe durar la conclusión?
Por ejemplo, si su discurso dura tan solo 15 minutos su conclusión no deberá durar más de 1 minuto en los mejores casos y 30 segundos en caso de urgencia.
Si su presentación en cambio dura entre 30 a 45 minutos (que son el estándar de las presentaciones), su conclusión no debe durar más de 2 a 3 minutos en el mejor de los casos, aunque es conveniente tener hecho de antemano un resumen de 1 minuto en el caso de que el tiempo lo apremie.
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