El psicoanálisis, arte de escuchar
Entonces, el sujeto (ser hablante) también “es hablado”. ¿Qué quiere decir tal cosa? Que hay “algo” que habla y dice cosas de las que el sujeto parece no “dar cuenta” ni a los demás, ni a sí mismo.
La tarea del analista consiste entonces en escuchar la palabra del paciente (analizante), quien tradicionalmente, se recuesta en un diván y se relaja, permitiendo la libre asociación de ideas, tratando de no censurar su propio “decir” o discurrir de palabras que acuden a su mente en ese momento y que, por lo tanto, aunque no lo pareciera, o aunque el que habla tenga dificultad para reconocerlo así, tienen una vigencia y actualidad definitivas. El analista se coloca entonces detrás del diván, fuera del campo visual del analizante y se dedica a escuchar ese “algo” que opera en las acciones y relaciones del sujeto sin que éste se “dé cuenta”, pero que le causa malestar. El analista, entrenado para realizar esa tarea de escucha, y habiéndose sometido él mismo previamente también a un análisis, utilizará diferentes formas de intervención, sesión a sesión, por el tiempo que sea necesario en cada caso, para apoyar el trabajo del analizante de descubrimiento de ese “algo”, la forma en que puede resignificar viejas creencias que le hacen repetir de manera insistente la caída en aquellas situaciones que le resultan problemáticas.
Recordemos el efecto o fuerza mágica de las palabras que mencionaba Freud: palabras aparentemente inofensivas que surgen, generalmente como “errores del decir”, por ejemplo, cuando el paciente rectifica, o dice “no quise decir eso”, o dice “yo quiero, perdón, no quiero…”, es cuando el analista tiene una oportunidad de intervenir haciéndole escuchar al propio sujeto lo que acaba de decir: “dijo: yo quiero”, o bien, cortando en ese momento la sesión para que se de cuenta de lo que dijo, etcétera.
En psicoanálisis no hay recetas. La clínica de la escucha no analiza al sujeto como si este fuera un objeto de estudio diciéndole cómo debe hacer las cosas. Lo escucha para ayudarle a identificar la forma en que en su intimidad se mezclan las creencias ajenas con las propias, las que favorecen su bienestar y las que se oponen al mismo, en fin, a descubrir que es lo que realmente quiere hacer de su vida, qué es lo que realmente se opone y qué condiciones debe generar para hacerlo posible.
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