El té ingresa
de China durante la dinastía Táng
(618-905) y la primera mención a cerca
de la ceremonia del té data del Emperador
Shômu (724-49).
Durante las ultimas décadas del siglo
XVI, se perfecciono lo que nosotros denominamos
“la ceremonia del té” –traducción
imperfecta del termino japonés “chanoyu”
que significa sencillamente “agua caliente
para el té”.
La “ceremonia” puede resultar excesivamente
formal y envarada, pero el hecho es que se trata
en tdo caso de una especie de actuación
artística en la que un anfitrión
invita a sus huéspedes a compartir el
gozo del té y apreciar los valiosos utensilios
en una atmósfera cultivada con esmero.
La ceremonia del té ofrecía refinamiento
a los samuráis, era símbolo de
riqueza para los comerciantes y proporcionaba
legitimidad cultural al gobierno.
El chanoyu (la ceremonia
del té) ha sido desde su origen uno del
los nudos vitales de la cultura japonesa tradicional.
Numerosas tendencias culturales contribuyeron
al desarrollo de esta práctica, que a
su vez ejercería una profunda influencia
sobre aquéllas. Fue a través del
chanoyu que se reelaboró y refinó
el ideal wabi de la pobreza culta, que permitiría
a los japoneses compartir el gusto por las toscas,
sencillas e irregulares cerámicas japonesas
o coreanas con el placer por la refinada porcelana
china (karamono). La pequeña, rústica
casa de té se conviertió en un
mundo aparte, en el que las barreras sociales
se disolvían temporariamente. Allí,
mercaderes y habitantes de las ciudades podían
mezclarse con poderosos guerreros o nobles,
compartiendo entre todos la pasión por
la sencillez y la afición por los preciados
implementos. Hoy, existen en Japón numerosas
escuelas de té; la mayoría se
remonta directa o indirectamente hasta Sen no
Rikyû, en el siglo XVI. Algunas sirvieron
a shogun, daimyô o cortesanos, otras a
samuráis o comuneros, pero todas compartirían
la misma disciplina ritual, la misma etiqueta
y estética y el mismo interés
en el Zen. Las tres escuelas más activas
hoy en día son las de Ura Senke, Ômote
Senke y Mushanokôji Senke en Kyoto.
Los momentos clave
de una reunión o ceremonia del té
(chaji) tal como puede llevarse a cabo en la
escuela de té Mushanokôji Senke
de Kyoto –esta escuela al igual que sus
hermanas mayores Ura Senke y Ômote Senke,
se remontan, a través de 16 generaciones,
directamente al maestro Sen no Rikyû-.
El chaji, un ritual en el que se sirven alimentos
junto con el té, es un evento social
de carácter formal; tanto los huéspedes
como el anfitrión han de prepararse para
la ocación. El chanoyu pretende crear
la ilución de separación del ajetreo
mundano. Atravesando sosegadamente el portal
que da al pequeño y rústico jardín
(roji) de la casa de té, se llega hasta
una puerta intermedia, llamada en la escuela
Mushanokôji Senke Amigasa-Mon (puerta
del parapeto entretejido).
Una vez del otro
lado de Amigasa-Mon, el mundo externo ha quedado
aun más lejos y los huéspedes
pueden deternerse a admirar el jardín
y acercarse al salón de té. Están
ahora en el jardín interior (uchi roji),
que posee un arreglo de piedras en cuyo centro
hay una fuente con agua. Allí han de
lavarse manos y boca, utilizando al efecto un
cucharón de madera. Rikyû, influido
por el Zen , exigía suma atención
al realizar las tareas más sencillas.
Otro de los secretos del chanoyu radica en la
economía y elegancia de movimientos.
Existe un modo preciso de manipular incluso
algo tan cotidiano como un cucharon.
El acceso al salón
propiamente dicho suele efectuarse a través
de una minúscula entrada (nijiriguchi),
incorporado a finales del período medieval
a casas de té y domicilios particulares
como espacios en los que poder desplegar valiosos
rollos pintados, cerámicas o floreros
de bambú. Al comenzar el chaji, se desplegará
en el tokonoma un solo rollo, a menudo consistente
en una única línea de caligrafía
trazada por un sacerdote zen. En este caso,
se lee en el rollo: “Honrai mu ichibustsu”
(“Nada hay en el origen”), conocida
frase del Sûtra de la plataforma del sexto
patriarca que a menudo se uso como kôan
para provocar la iluminación. Las piezas
de caligrafía del excéntrico monje
zen Ikkyûe de Ditokûko son especialmente
preciadas en los círculos teteros. Los
huéspedes admiran el rollo, consientes
de que ha sido cuidadosamente escogido por el
anfitrión para reflejar el ánimo
de la estación o del chaji.
Tras examinar el
rollo, los huéspedes proceden a sentarse
alrededor del pequeño hogar cuadrado
que ocupa el centro de la habitación.
Este elemento, de reminiscencia rústica,
es otro de los aportes de Rikyû. Por fin,
entra el anfitrión. El huésped
principal le agradece la invitación y
la cuidada preparación de todos los detalles
y se interesa por el rollo de caligrafía
y otros objetos. Cada una de las etapas del
chaji tiene sus propios movimientos, gestualidad
y conversación. Esta ha de ser breve
y limitada a lo que sucede dentro del salón.
Si embargo, incluso en un marco tan restringido,
se exige por sobre todas las cosas naturalidad
y espontaneidad a los participantes.
En este punto, el anfitrión sirve una
ligera comida (kaiseki), preparada en una despensa
(mizuya) anexada al salón.
Los estilos arquitectónicos
de las casa de té varían notablemente.
Sen no Rikyû se inclina por las casas
pequeñas, con una capacidad no mayor
de uno o dos tatami. Un salón de dos
esteras no pasa de los dos metros cuadrados;
se trata, pues, del ideal wabi de la rústica
sencillez y pobreza cultivada llevado al extremo.
Hideyoshi, el patrono del Rikyû, usó
sin duda salones de dos tatami, aunque se haría
construir asimismo una casa de té dorada
como demostración de poder. Las casas
de té frecuentadas por nobles y daimyû
solían consistir en elegantes pabellones
de ocho o más esteras. La mayoría
de las casa de té se levantan sobre pilares;
sus paredes interiores y exteriores son de austera
argamasa, madera o bambú y los techos
suelen ser de juncos, paja o pizarra.
Según Rikyû,
el kaiseki ha de ser ligero y de delicada cocción,
y tan apetitoso a los ojos como al paladar.
La voz kaiseki proviene, como tantas otras del
chanoyu, del budismo Zen. El Vinaya prohibía
a los monjes budistas que tomaran alimentos
después del mediodía; sin embargo,
los monjes zen, chinos y japoneses, realizaban
duras labores físicas y muchos maestros
les permitían un tentempié vespertino
aunque, en lugar de llamarlo “comida”,
se referían a él como una piedra
caliente escondida entre sus ropas: kaiseki.
Cada huésped
recibe del anfitrión una bandeja con
boles de laco con arroz, sopa, pescado y verduras,
todo tapado y acompañado de palillos
nuevos de madera de cedro. El anfitrión
les invita a comer y vierte sake de una tetera
de hierro en boles más planos. Tras haber
comido un ligero postre consistente en una fruta
u otro producto de la estación, los huéspedes
abandonan el salón para tomarse un breve
descanso. Durante el mismo, el anfitrión
lo dispone todo para servir un espeso té.
Al regresar al salón,
los huéspedes se encuentran con que el
rollo de caligrafía del tokonama ha sido
sustituido por un florero con una única
flor.
El anfitrión
calienta agua en una tetera de hierro, enjuaga
los boles y utensilios, coloca el té
verde en polvo en el bol con una cuchara de
bambú, le añade agua caliente
con el cucharón del bambú, revuelve
el té con un batidor de bambú
hasta que aparece espuma en la superficie y
lo sirve a sus invitados. La consistencia del
té es de dos tipos. El té espeso
(koicha), más formal, es de consistencia
cremosa y su sabor es más amargo; se
bebe del mismo bol y en pequeñas cantidades.
El té más ligero e informal (usucha)
se sirve al final de la ceremonia en boles individuales.
Los boles de té
varían según el gusto de la persona
que prepara la infusión, según
la estación o las circunstancias. Los
boles “estivales” suelen ser más
planos y abiertos, a fin de dispersar el calor
y dar una impresión refrescante. Los
“invernales” son más altos
y cerrados, para retener el calor.
-Datos obtenidos de: “The tea Ceremony”
by Sen´ô Tanaka. Ed. Harmony Books.
1977- y de: “Japón”, El imperio
del sol naciente, vol.II Coll Cutt, Jansen y
Kumakura, Ed. Folio 1994-
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