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Un proverbio chino
asegura que el té deja el alma plácida
y tranquila, y la vista clara y penetrante.
Un obispo francés lo llamó la
escoba del cerebro. Más allá de
tan tentadores mensajes, muchos coinciden en
las propiedades benéficas de la deliciosa
infusión a base de hojas de la planta
del Té ( Camelia Sinensis para los amigos
de la botánica). Esta práctica
cuenta con millones de adeptos en todo el mundo
desde que –muchos siglos atrás-
los chinos descubrieron su sabor exquisito.
En Japón, los monjes budistas practicaban
la Ceremonia del Té, un verdadero ritual
en el que la bebida contribuye a la meditación.
En Gran Bretaña, es archiconocida la
costumbre de la hora del té; un hábito
que llegó a la patria pero limitado tal
vez al me tomo cinco minutos popularizado por
una marca nacional.
Hay básicamente tres clases de té:
el verde, que se prepara con la hoja en estado
natural; el negro, donde la hoja es sometida
a un proceso que le provoca el cambio de color;
y el oolong, mezcla de los anteriores. Los té
verdes son muy consumidos en Oriente, sobre
todo en China, Japón y Taiwán.
Allí se los considera muy refrescantes
y digestivos, por eso es común que los
sirvan acompañando comidas fritas o muy
condimentadas. Al prepararlo, queda de un color
dorado pálido pero esa claridad no es
negativa para el sabor. Por el contrario, cuando
más suave queda la infusión significa
que más joven es la hoja.
En Occidente, la variedad más codiciada
por los actuales fanáticos es el distinguido
y superfamoso té ingles. Pues bien, laies
& gentleman, aunque parezca increíble,
el té inglés, no existe como tal.
En realidad, se trata de tés negros o
mezclas de té cosechados en las antiguas
colonias, manufacturados en Londres.
Actualmente, en la patria se consiguen importados
de Twinings y otras marcas tradicionales. Desde
las mezclas más clásicas como
el English Breakfast, Irish Breakfast, Ceylan
Breakfast o Prince of Wales, hasta combinaciones
más especiales, como los tés aromatizados
con naranja, limón, jazmín o el
famoso Earl Grey, saborizado con bergamota y
cuya formula se dice fue confiada en 1830 por
un mandarín chino al segundo Conde Grey.
Todos ellos se adaptan muy bien al paladar nacional,
son son demasiado ásperos y al mismo
tiempo son vigorosos y aromatizados.
Un buen té de hojas debe prepararse a
dos aguas: caliente la tetera con un poco de
agua hirviendo, deje infusionar unos 7 minutos
y sirva bien caliente, con colador o sin él.
En Gran Bretaña el uso del colador es
algo vergonzante porque lo consideraban un invento
popular para recuperar hojas.
Otra posibilidad es prepararlo con saquitos.
Cuenta una leyenda que las bolsitas para té
fueron inventadas en 1904 por un comerciante
norteamericano llamado Thomas Sullivan, para
enviar unas muestras de sus té al exterior.
Pero recién se masificaron en la década
de 1920 y sólo se impusieron en Inglaterra
después de los años ´50.
Pese al fanatismo y unción con que los
teístas preparan la ceremonia, hay muchas
posibilidades distintas e imaginativas para
servirlo. En Inglaterra suelen beberlo con un
toquecito de leche o con limón. En Rusia,
en cambio, lo prefieren muy fuerte, a veces
con limón, pero jamás con leche.
En las estepas lo preparan en un artefacto especial
para té, llamado samovar, y tienen una
costumbre muy particular para endulzarlo: se
colocan los terrones de azúcar en la
boca y dejan que se disuelva a medida que beben
de la taza. Tal vez pero eso, hace algunos años,
en un elegante café de Viena, un grupo
de viajeros soviéticos que se encontró
por primera vez frente al té en saquitos,
se puso las bolsitas en la boca y bebió
el agua caliente de la taza mientras intentaba
mantener su distinción con etiquetas
de Lipton cayendo por las comisuras.
Para los más recalcitrantes detractores
del antiguo régimen, episodios como este
sirven para explicar la existencia –y
posterior caída- de la Unión Soviética.
Los Marroquíes, a su vez, gustan del
té muy dulce y le agregan generosas cantidades
de azúcar o miel. Tal vez lo más
sensato a la hora de endulzar o no el té,
sea considerar el contexto: si lo va a beber
solo conviene agregarle una pequeña dosis
de azúcar o edulcorante, sobre todo si
usted no es acérrimo teísta. Si
lo acompaña con bocados dulces, conviene
abstenerse de agregar azúcar a la infusión,
a riesgo de empalagarse con la suma de dulzores.
En suma, frente a la gran variedad de sabores
y costumbre, recuerde que no hay una sola absoluta
Regla Té. Elija la variedad y manera
de prepararlo que mejor se acomode a su paladar
y disfrútelo con tiempo, calma y scons.
-Texto anteior y próxima receta: “Mister
Té”, Sergio Varela. Sal & Pimienta.
Año II. N°24.mayo 1993-
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