Los honkonguenses no dudan en optar por platos cuyos nombres se pronuncian igual que prosperidad, riqueza, longevidad o salud. Y Hong Kong, es la capital mundial de este tipo de comida.
En la ciudad, una de las más modernas de China, debido a que fue ocupada por los britanicos hasta hace muy poco, podemos encontrar pequeños establecimientos callejeros que ofrecen pasteles de "taro" o bollos de arroz para comer en la calle.
Con variadas y elegantes casas de té, Hong Kong se destaca por su comida cantonesa que está muy influida por la milenaria cultura del té que envuelve a toda la civilización china, y que determina las costumbres y el comportamiento en la mesa.
Una leyenda cuenta que el Emperador Qian Long visitó un día la ciudad de Jiang Nan vestido de campesino, acompañado de unos pocos miembros de su corte, para conocer la forma de vida de sus súbditos. Cuando sintieron hambre y fueron a comer, el mandatario sirvió té a sus súbditos y, para no violar la orden de no arrodillarse, lo que hubiera revelado la identidad del monarca, doblaron sus nudillos en señal de sumisión.
Durante tantos años la cocina de China fue vetada a los "gweilos" (extranjeros) y gracias a la apertura de Hong Kong al mundo, fue entrando en los menús de algunas capitales europeas, y luego llevada por los emigrantes a América.
La comida del sur de China, a través del paladar, ha superado las barreras culturales que existen entre el mundo chino y Occidente.
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