Julio Romero Soto Advierte con relación al siglo: XVII, XVIII.
“Este período es de intensa actividad intelec¬tual; en él se realizan la mayor parte de las promesas del Renaci¬miento. Otorgando, según su posición, la primacía a la razón, a la experiencia o a los sentimientos, los pensadores políticos van a abordar progresivamente los principales problemas que plantean la vida en sociedad y el desarrollo de las relaciones económicas. Unos son radicalmente pesimistas y creen que el hombre, malo por natu¬raleza, es un lobo para el hombre (Hobbes); otros tienen fe en la naturaleza divina del hombre y dan muestras en materia de Socio¬logía, de cierto escepticismo a propósito de lo que es verdad a un lado de los Pirineos y error en otros (Pascal); otros son opti¬mistas (Diderot) y elaboran la doctrina del derecho natural. Tres nombres dominan este período: El del italiano Vico y los de los franceses Montesquieu y Rousseau (1990:30).
A continuación, abordaremos a los más representativos:
A.-Thomas Hobbes (1588-1629): Discurre una construcción racional a la manera de la física de la sociedad. Es partidario del abso¬lutismo (toda revolución es ilegítima), pero adversario del derecho divino. El hombre no es altruista por naturaleza (un lobo entre lo¬bos); pero el instinto de conservación nos enseña a renunciar al estado de guerra natural (ley de la selva) y a despojarnos a través de un "pacto social" (implícito), de algunos de nuestros derechos. De hecho, al no estar el hombre naturalmente inclinado a respetar este pacto, es necesario que una voluntad lo obligue a obedecer la ley, a saber: un soberano absoluto (tanto si se trata de un monarca como de un consejo de sabios). A este poder gigantesco del Estado, que decide lo que es justo y lo que no lo es le da el nombre de "Le¬viatán".
B.-Giambattista Vico (1688-1744): Su particularidad, reside haber proclamado la necesidad de las leyes (que derivan de la na¬turaleza de las cosas y no de la voluntad caprichosa de los legis¬ladores). Pero también radica en haber considerado un método ex¬traordinariamente moderno de análisis de la imaginación humana: lo más seguro es que Homero no existió piensa Vico, pero los poemas homéricos expresan cierto estado de la conciencia huma¬na (paso de la edad de los dioses a la de los héroes) y como tales constituyen una primera materia que es preciso analizar para com¬prender lo que fue esa etapa.
De otro lado, posándose en la filología y en el análisis de los mitos asevera que todas las naciones, su historia, sigue el mismo ritmo: todas pasan por una "Edad de dioses", una "Edad de héroes" y una "Edad de hombres" antes de retornar a su barbarie primitiva. En la primera de estas edades la humanidad define ritos y creencias y la estabi¬lidad del grupo social queda garantizada por el temor a los dioses (Júpiter). En la edad de los héroes, las familias están reu¬nidas en unas ciudades donde el poder pertenece al más fuerte y a los más valerosos (aristocracia de los héroes), y la religión atem¬pera los excesos de la fuerza. Por último, en la edad de los hom¬bres las relaciones de derecho, determinadas por la razón se hacen universales y se garantizan a sí mismas, tanto por su racionalidad como por su eficacia. Toda nación ha tenido sus "Corsi e Ricorsi", y esta idea fundamental domina el pensamiento sobre todo en ma¬teria económica en su obra "Scienza Nuova". Para concluir digamos que la teoría de los "ricorsi" anuncia el método dialéctico.
C.-Montesquieu (1689-1775): Nació en La Brede, en las proximidades de Burdeos. En sus viajes por Italia, Países Bajos e Ingla¬terra, por este último país concibió sus ideas políticas e histórico-jurídicas, cuya expresión y sistematización culminó en su "Espíri¬tu de las Leyes" (1784). Montesquieu ataca el problema de la ley en sus aspectos natural e histórico, demostrando que lo natural y lo po¬sitivo no son forzosamente contradictorios en la legislación sino correlativos. Cada pueblo tiene el conjunto de leyes que consideren a su naturaleza histórica entre los pueblos mismos. El ideal consiste puramente en el alcanzar la libertad máxima dentro de las posibi¬lidades dictadas por las circunstancias naturales e históricas. Para ello precisa, en primer lugar, una separación de los poderes legis¬lativo, ejecutivo y judicial, tal como el Barón de Montesquieu la encontró en la Inglaterra de su tiempo, en cuya Constitución vio el ideal político deseable para Francia.
Montesquieu fue uno de los primeros que hizo resaltar la influen¬cia de las circunstancias físicas y especialmente del clima, en relación al temperamento, sobre las costumbres, las leyes y la vida política de los pueblos; pero dista mucho de creer que con respecto a tales influencias el hombre no puede permanecer más que puramente pa¬sivo. Todo depende de su reacción a la influencia del clima. "Cuan¬to más las causas físicas arrastran a los hombres al reposo, tanto más las causas morales los deben alejar de él". "Cuando el clima inclina a los hombres a huir del trabajo de la tierra, la religión y las leyes deben empujarlos a trabajar". En la confrontación de los mismos agentes físicos viene a determinarse, según Montesquieu, la libertad, la normalidad del orden histórico.
Años más tarde, desde el "Semanario del Nuevo Reino de Granada", sostuvo también la tesis del medio sobre los seres humanos
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