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Terapia familiar e intervención sistémica

La creciente madurez de conducta de su cónyuge parecerá al antiprogenitor ofensivo adulta y parental, algo contra lo que debe rebelarse.
 
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Si el antiprogenitor es el marido, quizá se evada en su trabajo y en juegos con otros muchachos; hay clubes especiales para hombres que pasan los fines de semana juagando, con el fin de evadirse de sus esposas e hijos.

Los menos pudientes van al bar a beber cerveza y evitan regresar a casa hasta que los chicos no estén dormidos, y ellos, anestesiados. Algunos se vuelven adictos al trabajo o toman un segundo empleo, otros tienen aventuras amorosas.
La esposa atada al hogar quizá pierda todas las habilidades que pudo tener para dialogar con gente adulta, y se convierta en una simple madre; conversa a diario con su progenitora y con otras madres, perdiendo las demás facetas de su identidad, en particular de su matrimonio.
El conflicto conyugal puede centrarse en el reconocimiento, por uno o ambos cónyuges, de que la esposa se convierte en una simple madre. Tal vez adviertan, o no, que el marido se transforma en un hijo mas.
Se cual fuere la asignación de las tareas parentales entre los esposos, uno o ambos advierten que la familia nuclear no es lo bastante grande o flexible para sostener un hogar, un matrimonio, una o dos carreras, uno o varios hijos y un príncipe disfuncional. Para alguno de ellos le resulta perjudicado, por lo general se sacrifica la carrera de la esposa, el hogar, el matrimonio y los hijos, la carrera y el ego del hombre.
Hay personas que pueden costear personal de servicio, o tienen parientes que pueden completar la familia y darle un tamaño funcional, si el marido teme la fidelidad, lo más común es que reine la frustración y todos sufran.
Este problema social todavía no ha sido abordado adecuadamente; el peligro está en que los esposos creen que sus dificultades constituyen un caso único y se inculpen mutuamente por los problemas resultantes.
A medida que el hijo crece y madura, es posible que uno o ambos progenitores se identifiquen intensamente con el pequeño y reaccionen igual que él ante su cónyuge. Si la madre le grita al chico, el padre sentirá que le grita a él, si el padre desatiende al niño, la madre se sentirá rechazada; si él es autoritario y parece rebajarlo, la madre se sentirá humillada.
Mientras cada progenitor lleva a cabo las diversas actividades parentales, quizá el otro vuelva a experimentar las vivencias que tuvo con sus propios padres y reaccione conforme a ellas, reviviendo esa sensación infantil de pequeñez y desvalimiento frente a adultos grandes y poderosos.
El Decaimiento de la Sexualidad.- Antes, las parejas podían casarse sin tomar en cuenta su compatibilidad sexual, aun las que parecían compatibles probablemente no lo eran. El sexo suele ser intenso al comienzo de una relación, aun cuando no sea eficiente, ni eficaz. De hecho, muchas parejas lo han disfrutado más durante el galanteo, que en su vida conyugal.
Tradicionalmente, se pedía a los muchachos que urgieran sexo, mientras que las niñas debían rehusarlo. En consecuencia, había mucho romance, placer y juegos preliminares pero poco trato sexual, por lo común mucho más divertido y orgiástico para ella, y también para él, aunque no se dieran cuenta. Una vez casada la pareja, desaparecerían las barreras y, a menudo, el sexo se hacía frecuente, rápido, desprovisto de juegos preliminares y totalmente orientado al coito y al orgasmo, si estuviera o no listo.
No es de sorprender que el sexo conyugal no excitara demasiado a las mujeres y que sólo pensar en él les produjera jaquecas (reales o declaradas). Al cabo de un año, más o menos, el hombre se cansaba del rechazo, la resistencia y la falta de respuesta de su esposa y la pareja sólo se hacía el amor con la frecuencia necesaria para mantener vigente la libreta de matrimonio.
En nuestra sociedad, la mayoría de la gente se interesa mucho menos por el sexo que por mantener lo que crea necesario para cumplir con los requisitos de pertenencia a su género que le enseñaron. Debe comportarse conforme al ideal de género que le enseñaron, aunque para ello deba renunciar a su sexualidad.
Hay quienes se avergüenzan de su sexualidad y actúan en consecuencia. En vez de compartir y disfrutar sus fantasías, las guardan en secreto y su revelación les provoca una crisis. Desde luego, hay personas a las que simplemente no les gusta el sexo. Algunas (os), insisten en afirmar que se pasan años sin masturbarse y, por cierto, sin hacer el amor; otras prefieren masturbarse a sufrir la molestia intrusión
de alguien en sus fantasías.
Estudios manifiestan que los jóvenes, producen abundantes hormonas las veinticuatro horas del día, pero después de los treinta, o hacia esa edad, las produce principalmente sólo durante la excitación sexual. Por consiguiente, si los hombres ya maduros no hacen uso de esta facultad, la pierden. Desde luego, no basta tener orgasmos: la terapia está en la excitación. Por eso los terapeutas imparten la siguiente directiva a las parejas preocupadas por la pérdida de libido del hombre: en vez de tratar desesperadamente de alcanzar pronto el orgasmo, practiquen sesiones de estimulación sexual frecuente y prolongada.
El sexo, quizá más que cualquier otro aspecto del matrimonio, necesita ser liberado del mito de la diferencia entre hombres y mujeres. Tal liberación no suele ocurrir en tanto no surja alguna crisis.

Después, la relación sexual pude mejorar.
Llegada a la Cumbre.- En la mediana edad hay, por lo menos, una o dos crisis independientes que a menudo se confunden. La del “Nido vacío”, quizá la más dramática, estalla cuando los hijos han alcanzado la adultez y se han ido, y la pareja se queda sola. La de “Las Realidades de la Vida”, que debería ser la más liberadora, es la conciencia de la mortalidad y el proceso de ir envejeciendo como nuestros padres, y asemejándonos a ellos, lo queramos o no.
La llegada a la cumbre, con la idea de que en lo sucesivo descenderemos la ladera es, tal vez, la más tonta, pero también la más popular en nuestra época narcisista. Esta crisis de la mediana edad, prestigiosa aunque en modo alguno universal, afecta a las personas (en su mayoría a los hombres), que descubren y disponen de un tiempo limitado para obtener los logros de su vida, sean cuales fueren.
Es el momento de hacer el balance. Erik Erickson describió la “Crisis de Generatividad y el Estancamiento”. Freud definió la “Neurosis del Éxito” como la depresión que uno siente en el preciso instante en que alcanza la meta de su vida. Bernard Shaw fue quien mejor expresó la idea en Man and Superman (Hombre y Super Hombre). En la vida hay dos tragedias: Una es no conseguir lo que nuestro corazón desea, La otra es conseguirlo.
En uno u otro caso, pensamos en cosas cuya consideración evitamos hasta entonces y nos preguntamos si queremos vivir así por el resto de nuestros días.
Esta etapa ha sido denominada “La menopausia masculina”, por analogía con el cese de la producción de óvulos que pone fin a la fertilidad femenina. Tal comparación pasa por alto el hecho de que la menopausia deja a la mujer en mayor libertad para gozar del sexo, proseguir carreras interrumpidas o propuestas y realizar sus ambiciones y sueños frustrados, sean cuales fueren.
Hasta no hace muchas décadas, las mujeres se valoraban y eran valoradas por su función reproductora. Experimentaban la menopausia como un yerno desolado que marcaba el fin de la utilidad y el sentido del propio valor, en especial si coincidía con un nido vacío, hoy todo eso ha cambiado; ahora, la mayoría de las mujeres conciben la menopausia como una parte del proceso de liberación.
Las mujeres posmenopáusicas tal vez disfruten de los mejores años de su vida; no obstante, pueden constituir una amenaza para hombres que pasen por la menopausia masculina y pugnen por ahuyentar las señales del envejecimiento, ya sea en sí mismos o en su esposa. Si un cónyuge decide asentarse en un modo de vida menos presionado y el otro quiere seguir luchando contra la edad, se produce un grave desajuste conyugal. Un hombre y una mujer menopáusicos pueden ser temporariamente incompatibles, lo que vuelve muy difícil la convivencia en ellos.
Nido Vacío.- En su versión más aterradora, la mitología del nido vacío supone una mujer canosa, menopáusica, que nunca ha trabajado fuera del hogar y raras veces ha salido de él. Ha presidido la asociación de padres y maestros, ha zurcido medias, a tejido suéter, ha hecho tortas de cumpleaños, ha trasportado niños en su auto cuando le tocó el turno; ha llorado al enviar a sus hijos al Colegio. Su marido que duerme en la otra habitación desde que el primer hijo dejó el hogar, su suegra está en el cuarto de huéspedes, mirando fijamente en blanco la pantalla del televisor. Los hijos no le escriben y ella termina sollozando por lo bajo, maquina dulcemente el modo de hacerlos sentirse culpables a todos, piensa en el suicidio y, en vez de matarse, toma otro trago.
La vida de la mujer de mediana edad ha cambiado, el síndrome del nido vacío ya no responde a esa pintura. Aún ocurre y, si bien puede afectar tanto al padre como a la madre; un nido vacío es un gran liberador para las personas activas.
La probabilidad de que surjan problemas es mayor para las mujeres que han desarrollado poco su sentido de identidad, de ser alguien además de la esposa de Fulano y la madre de Mengano. Pasada la maternidad, casi no les queda en que ocuparse. En una sociedad que valora la juventud, quizá se sientan particularmente indeseables; su identidad depende al máximo de su marido precisamente cuando este se dedica más que nunca a su profesión, interviene menos que nunca en la vida hogareña y es sumamente atractivo para otras mujeres más jóvenes.
La mujer sentada sobre un nido vacío afronta un pequeño dilema, tiene ante sí dos soluciones obvias: intimar más con su esposo o interesarse más en una profesión o actividad propia.

Pero su marido quizá no quiera una relación conyugal más íntima, y puede no querer que ella tome el camino opuesto y espere que él cuide de sí mismo o se divierta solo mientras ella inicia una vida propia.

 

 
 
 
 
   
 
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