El amor por el conocimiento es algo que se respira en casa; y es que algo está claro: si tu hijo o hija te ve sentando todo el día frente al televisor o leyendo revistas del corazón, no va a tender a estar motivado hacia los estudios.
El deseo por aprender no tiene que estar asociado específicamente con los libros, las conferencias o los conciertos de música clásica, sino con la inquietud por conocer cosas o adquirir habilidades nuevas. Por ello, no te preocupes si no eres un gran lector o no te consideras una persona con inquietudes culturales, porque si tu hijo o hija te ve apasionado por algo en tu vida, él o ella también buscará por qué apasionarse y comprenderá que los estudios pueden ser un buen instrumento para llegar a dedicarse a esa pasión.
Por otro lado, si eres una persona apática y sin inquietudes, deberías comenzar por motivarte a ti mismo y apasionarte por algo, antes de tratar de motivar a cualquier otra persona, y en especial, a tu hijo. Si estás dispuesto a mejorar en este aspecto de tu vida, puedes contratar los servicios de un coach que te ayude en el proceso.
Ejercicio práctico:
Aprovecha los momentos que pasas junto a tu hijo en actividades de la vida cotidiana, como llevarlo al colegio, preparar la cena o ir a comer un helado, para hablar de aquello que te apasiona y de cómo está relacionado con algunas de las cosas que te enseñaron cuando eras más joven, no importa
dónde lo aprendieras ni cómo, lo importante es transmitirle que sirvió para algo. ¡Quizá te apasionen las plantas y casualmente es el tema que tu hijo está estudiando en clase!
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